Autor y director: Mariano Rochman. Intérpretes: Marta Cuenca, Víctor Anciones.
Cuando desde la ficción se nos invita a viajar al pasado, el punto de enganche con el espectador ocurre en el momento en el que este conecta con todas aquellas decisiones que tomó y fueron equivocadas, con todas las cobardías que pesan en nuestra memoria, con las palabras que dijimos y debimos callarnos... Ese parece ser el viaje que nos propone 'Animales heridos', pero aunque está el tren parado en la estación, nos quedamos con el billete y en el andén. La situación promete, pero no se materializa.
Y eso que el montaje ofrece motivos para que nos subamos al carro de la nostalgia. La escenografía es sugerente y adecuada al espacio Lola Membrives; el sonido es justo, con un 'leit motiv' en inglés ("Me siento como un niño sin madre") que, para el que hable el idioma, resulta sugerente; la propuesta de atrezo es sólida, en una invitación a que seamos nosotros quienes rellenemos los huecos. Sin embargo, no acabamos de hacerlo. El texto recorre el pasado de los protagonistas, pero no incide en cómo les afecta en el presente de la función. Afortunadamente para Víctor Anciones, su personaje, Román, ofrece una leve evolución, a la que se agarra como puede: Marta Cuenca se enfrenta a una miriada de personajes apuntados para darle profundidad a Román, pero su personaje principal, Ceci, no tiene mimbres para que pueda hablarse de un verdadero cambio. No se entiende lo que hizo y no se entiende lo que quiere ahora. Mucho está indicado y falta por vivir.
Con todo, 'Animales heridos' se deja ver con gracia, gracias a la luz de comedia en ocasiones, a que hay limpieza y claridad en el espacio y a que la interpretación es casi siempre solvente. Y, lo más importante, porque aunque no esté redondo, se atisba que esta función podría tener origen y destino; nada hay más desolador que salir de un espectáculo preguntándote por qué alguien ha decidido invertir tiempo y recursos en él.