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Así hablábamos

  • Teatro
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  • Crítica de Time Out
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4 de 5 estrellas

Vuelve La Tristura con un emotivo montaje a partir del universo de Carmen Martín Gaite, protagonizado por un grupo de jóvenes que nos ganan el corazón

La Tristura ha sido, en sus 20 años de existencia, una de las compañías más interesantes del panorama escénico español, por sus propuestas siempre al margen de las corrientes dominantes. Ellas siempre han planteado un teatro que, como le pasaba a Carmen Martín Gaite, está en busca constante de interlocutor, "alguien con quien poder seguir pensando, escribiendo, imaginando", como ellos mismos han escrito sobre la escritora que ha sido la inspiración de esta obra, 'Así hablábamos', con la que vuelven a trabajar los tres juntos. Porque hace cuatro años que estrenaron su último trabajo como compañía, 'Renacimiento', y por el camino Violeta Gil ha dejado una novela magnífica ('Llego con tres heridas'), Itsaso Arana ha cuajado una peli inolvidable ('Las chicas están bien') y Celso Giménez ha escrito y dirigido en solitario ('Las niñas zombi'). 

Hay mucho cuidado en el tratamiento de los materiales escénicos y humanos, mucha delicadeza

¿Y cómo seguir ahora? Una pregunta seminal que se traslada al argumento de la pieza que acoge el Teatro Valle-Inclán con una disposición espacial distinta de lo habitual, con el público a dos bandas. Un acierto, porque se siente uno como espectador no solo más cerca, sino más dentro, y eso es fundamental para una historia de tanta intimidad y afecto. Hay mucho cuidado en el tratamiento de los materiales escénicos y humanos, mucha delicadeza.

Todo empieza con la desaparición repentina de una persona y de cómo sus amigos y amigas encuentran la forma de continuar con la vida y con la música que les unía, porque son un grupo que está tratando de alumbrar las canciones que quedaron pendientes. Esa conversación sirve para afianzar un sueño de continuidad sin renunciar a una cierta melancolía por aquello que ya se fue para siempre. Pero en la mirada al pasado también hay un diálogo nutritivo, solo hay que escuchar algunas trazas folclóricas en la música de ese grupo que uno se pregunta si es o podría ser real. 

Es precioso ver con qué naturalidad bailan, ríen, lloran, deliran, componen, cantan...

El montaje tiene momentos de extraordinaria belleza visual y el trabajo de los intérpretes es de una genial frescura que solo suena artificioso por la necesidad de micros, pero pronto se olvida y uno se siente viajando en ese momento suspendido, robado a la intimidad de un grupo de jóvenes lleno de talentos, compartiendo sentimientos mientras se decide apostar por la creación y no por la destrucción. Y asumiendo que el cambio es inherente a la vida y todo puede darse la vuelta en un segundo. Es precioso ver con qué naturalidad bailan, ríen, lloran, deliran, componen, cantan, esperan, guardan silencio. Y sí, quizás es una burbuja fuera de la que la realidad sigue siendo hostil e injusta, y no todo el mundo tiene esa oportunidad de encerrarse en un estudio a leer, a escribir, a tocar, a soñar. Pero el que pueda que lo haga si es para generar, si no dinero, al menos un poco de belleza.

Dramaturgia y dirección: Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Giménez. Intérpretes: Anaïs Doménech, Ede, Teresa Garzón Barla, Gonzalo Herrero, Julio Hu Chen, Fernando Jariego, Belén Martí Lluch, Eva Mir y Marcos Úbeda.

Escrito por
Carlo Ferri

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