Es insoslayable hablar de Pablo Remón, autor y director de 'Los mariachis', y no mencionar el cine. El cine, su hábitat primigenio, donde se formó y que se filtra en cada uno de sus trabajos teatrales. Esa es, quizá, la característica más señalada también de 'Los mariachis', un montaje que suena a fresco por la utilización del tiempo y la voluntad naturalista en sus personajes y escenarios.
Esta característica es algo que su elenco, brillantísimo, rescata y potencia para dar un auténtico recital. Podría mencionarlos uno a uno, pero lo cierto es que son elenco, se nota, y como tal hay que tratarles. Ese tempo de comedia, esa construcción sutil, pero suficiente de personajes, esa verdad en escena... Con una mirada, un suspiro, un giro de cabeza, lo han dicho todo. No es fácil. Da gusto verles.
Si algo hay que objetar a este montaje es que promete una trama que no se desarrolla. Remón se detiene en explicarnos de dónde viene cada uno de los personajes –quizá el pasado que echamos de menos es el de Xus (Francisco Reyes)–, y, deliberadamente o no, el choque entre los primos provincianos y el político corrupto caído en desgracia augura una narración de "pez fuera del agua". Esta no ocurre. El conflicto en potencia no llega a ser acto. Remón gana en los diálogos, picados, cargados de subtexto y con una ironía que pasa del autor al espectador. Cuando intenta lanzarnos mensajes, 'Los mariachis' no está a la altura del resto del espectáculo. De igual manera, el final anticlimático me genera dudas. Hacer "chin pun" también es un arte.
Merece especial mención el espacio sonoro de Sandra Vicente_Studio 340, por la inteligencia con la que ha tratado las fuentes de emisión. La escenografía, sin embargo, despierta sentimientos contradictorios: la atmósfera está conseguida, pero a mi parecer no es adecuada a la propia sala. Poco perdería 'Los mariachis' si hubiese sido representada en un espacio escénico que no llegara a un tercio de la Sala Negra del Canal.
En definitiva, 'Los mariachis' es una de esas obras a las que hay que llevar a todo aquel que nunca haya pisado un patio de butacas. No pensará en todos estos detalles técnicos, porque se va a divertir. Y aunque sea de soslayo, en un teatro público se habla de corrupción: enhorabuena.
Texto y dirección: Pablo Remón. Intérpretes: Luis Bermejo, Israel Elejalde, Francisco Reyes y Emilio Tomé.