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Tan solo el fin del mundo

  • Teatro
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
  1. Tan solo el fin del mundo
    Vanessa RábadeTan solo el fin del mundo
  2. Tan solo el fin del mundo
    Vanessa RábadeTan solo el fin del mundo
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Israel Elejalde se atreve con esta cara B de la parábola del hijo pródigo escrita en 1990 por el francés Jean-Luc Lagarce inspirándose en su propia vida

La primera impresión sobre este montaje, totalmente subjetiva y personal, es que podría haber quedado mejor en la otra sala de Matadero, más pequeña, más cercana. La nave grande te puede aportar un extra de frialdad y distancia que, quieras o no, va a incidir en la recepción de la obra. Luego en gira, porque esta obra girará, cada plaza será un mundo y puede que determinados efectos escénicos ganen o pierdan fuerza. Sea como sea, la propia escenografía ofrece algo poco acogedor, de blancos y negros, de sombras alargadas, de formas rectas y vértices cortantes, una suerte de espacio hogareño sin vida, una casa que más parece una arquitectura onírica que un sitio en el que se vive realmente. Y es ahí donde llega Louis, donde le espera su familia. 

Todos buscan la forma exacta de decir lo que quieren decir y eso extraña el lenguaje

Louis vuelve a casa de sus padres muchos años después de abandonarla. Su hermana pequeña Suzanne era una niña cuando se fue y hoy ya conduce. Su hermano Antoine se casó con Catherine y tiene dos hijos, un chico y una chica. Al pequeño ni lo conoce. Tampoco conocía a su cuñada, que le habla de usted. Su padre murió. Su madre sigue ahí, sin terminar de intervenir nunca en nada, como temerosa de abrir una caja de pandora. Todos parecen alegrarse de la visita inesperada de Louis, aunque es evidente que hay asuntos pendientes, resentimientos, emociones que dormían como duerme un volcán y una mínima fricción las despierta. Así que todos buscan la forma exacta de decir lo que quieren decir y eso extraña el lenguaje que usan entre ellos, extraña la propia obra. 

Toda la primera parte de la obra es preparatoria y hay que atravesarla no sin esfuerzo, porque hay zonas tediosas. Pero hay un destino que merece la pena, la no conversación entre los dos hermanos, la lava saliendo por la boca de Antoine (excepcional Raúl Prieto, un momento a la altura de su gran calidad como actor) y la escucha resignada de Louis, que soporta estoico todo lo que sabe que le tiene que caer. Casi está allí como último acto de amor para que su familia se desahogue con él, porque él ha venido a anunciar su muerte y se volverá a ir sin decirlo. El hijo pródigo no es tan bien recibido, pero Louis perdió la destreza para amar según los cánones, si alguna vez la tuvo.

La familia como tema sigue siendo una fuente inagotable

Es interesante tener en cuenta que esta obra se escribió en Berlín en 1990, y que su autor, el francés Jean-Luc Lagarce, moriría de sida poco después, cuando todavía el sida era una peste que te condenaba a la muerte segura, sí, pero sobre todo al rechazo social. En la obra el papel de héroe y víctima pareciera repartido entre todos y eso le da un interesante extra de complejidad. La familia como tema sigue siendo una fuente inagotable.  

Autor: Jean-Luc Lagarce. Director: Israel Elejalde. Intérpretes: Eneko Sagardoy, Irene Arcos, Raúl Prieto, María Pujalte, Yune Nogueiras y Gilbert Jackson.

Escrito por
Carlo Ferri

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