El triunfo del color. De Van Gogh a Matisse. Colecciones del Musée d’Orsay

Triple triunfo y apoteosis artística barcelonesa: 1) un nuevo espacio expositivo con presupuesto, por fin... 2) la edad de oro de la pintura occidental anterior a las vanguardias, al alcance, y 3) el placer de admirar buena pintura, ante la persistente avalancha de instalaciones conceptuales.
Me refiero a la gran exposición 'El triunfo del color', carta de presentación de la Fundación Mapfre en Barcelona -¡la empresa donde pago el seguro obligatorio de mi hipoteca reinvierte en cultura!-, que ocupa el espacio de la casa Garriga y Nogués, antigua sede de la Fundación Godia. Setenta piezas procedentes de los museos parisinos de Orsay y de la Orangerie, que abarcan el último cuarto del siglo XIX y los primerísimos años del XX. O sea, del inmediato postimpresionismo, con los experimentos puntillistas de Seurat y Signac, y la pincelada saturnal de van Gogh o Tolouse-Lautrec, hasta la liberación colorística los fauvistas, con Matisse y Derain a la cabeza, y la revolución estructural iniciada por Cézanne y culminada por Picasso justo antes de 'Las señoritas de Avignon'. Pasando, claro, por los escapismos nabi y las utopías gauguinianas de reset cultural. ¡Caramba! Si tan sólo para retener esta colección deberían declarar ya la independencia y nacionalizarla...
Los carteles explicativos de la exposición, también las audioguías, y el título sugieren una revolución colorística; pero no hagáis caso. Encontraréis un montón de revoluciones en estos muros. Tan sólo hay que ir a un simple rincón de un pasillo: a la derecha, un sauce llorón de Monet, casi abstracto, a la izquierda, un fragmento de bosque provenzal, de Cézanne. Dos semillas eternas, el clásico y el romántico, la estructura y el espíritu. ¿Qué hay de nuevo, entonces? La interiorización de la mirada.