Hiroshi Sugimoto. Black Box

Hiroshi Sugimoto es un artista conceptual que se expresa mediante la fotografía. Y, creedme, su obra es más interesante contada que no vista. Sugimoto explora el agujero que hay entre representación y realidad mediante metáforas que obvian el paso del tiempo. Son ejemplo de ello sus paisajes marinos: el primer hombre debe haber visto el mismo mar que el último. No ocurre lo mismo en tierra firme.
Su blanco y negro, de tan pulcro, es a la vez corpóreo y extraterrenal. En sus imágenes de salas de cine, abre el obturador cuando arranca la proyección y lo cierra cuando ésta termina. El resultado es una pantalla iluminada que contiene –y elimina– la secuencia temporal del film. Un agujero negro de significantes rodeado de butacas y cornucopias.
No hay una sola figura humana viviente, en su obra. Los retratos de personajes históricos, como Lenin o Enrique VIII, son figuras de cera del Madame Tussaud's de Londres. Aflora, aquí, el concepto de lo que es 'siniestro' que acuñó Freud a principios del siglo XX para describir la inquietud que nos causa lo que es familiar y al mismo tiempo ajeno. La figura de Enrique VIII se inspira en un retrato de Hans Holbein que desapareció en un incendio.
Uno de los primeros temas de Sugimoto fueron los dioramas. Aquí presenta una serie de composiciones hechas en el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York, con escenas de animales y de hombres prehistóricos. Volvemos a la noción de 'siniestro' o lo más tecnológico 'uncanny valley': el arte como sospecha que lo que estamos viendo no es, en realidad, lo que estamos viendo...
Dicen que los japoneses no les gusta el contacto físico. Puede ser. Pero a estas inmensas fotografías no les gusta tocar nuestro corazón, en un extraño ejercicio de autismo estético.