Bacanal

He aquí que vas caminando por la calle Sepúlveda y detectas un local con unas credenciales que lo dicen todo: café-bar-espacio de arte. Echas un vistazo a través de los cristales impolutos, que te dejan ver un comedor amplio, con techos altos sostenidos por unas bellísimas columnas de piedra, mesas de madera, sillas de escuela y paredes llenas de arte, dos de ellas pintadas con murales. Ves la 'Esquire' y la 'AD' colocadas sobre una escalera que hace de revistero y sientes el olor de los pasteles recién hechos. Al fondo, un patio interior hace de aparcamiento de bicicletas.

El sitio mola, pero tu subconsciente es gato viejo y comienza a trabajar: esto huele del típico local 'hipster' de Sant Antoni pensado para una clientela que no cobra salarios locales. Estás a punto de pasar de largo cuando, oh sorpresa, ves el 'Cuore' sobre una mesa y, a la vez curiosa por el misterioso talante del local y por los pelos del labio superior de J.Lo, decides entrar.

Cuando junto al'Cuore' ves el 'Sport' empiezas a confiar en el Bacanal. "Es para nuestro cliente de 102 años que viene cada día", te explica Juan, uno de los tres socios. Y, ahora sí que sí, ocupas una mesa y le echas un vistazo a una carta que te indica que Bacanal es el típico lugar donde beber (y comer) a cualquier hora.

Puedes empezar con un café (excelente, de El Magnífico, con modalidades como el Bombón o el Affogato) y continuar con un zumo o batido, algunos de ellos bio. "Hay opciones eco, pero no toda la carta porque nos obsesiona ajustar precios. Eso sí, todo es de proximidad", dice Juan. La carta de cócteles nos sorprende porque no hay clásicos como el mojito y sí creaciones menos conocidas como el Joker (vodka infusionado con uva y zumo de limón). Te pides un Grey Goose mientras hojeas el'Cuore', constatas que huir del moderneo ortodoxo es una gran idea y piensas que el gran amor de J.Lo siempre será Puff Daddy.