La Textil Collective –situada en un antiguo almacén textil, en el Eixample derecho, justo enfrente de la Casa Calvet– se ha convertido en un templo y punto de peregrinación para el aficionado a la cerveza artesana. Y también es uno de los espacios dedicados a la restauración más singulares de Barcelona: sus 1100 m2 albergan un bar de cerveza artesana y coctelería, un restaurante de brasa único en Barcelona, una cafetería y una fábrica de cerveza que tiene una capacidad de producción de 120.000 litros anuales.
Fundada por el maestro cervecero Brian Blazek y con el chef Pablo Lagrange (Tickets, Noma) al frente, este macroespacio ha evolucionado hacia el punto que buscaban desde que abrió, en julio del 2021. En el bar de la entrada encontrarás una barra de cerveza con 22 tiradores –toda la birra se produce en la fábrica que hay unos metros más adentro– dividida en tres zonas: Fácil/ Hoppy/Funky. Es decir, que puedes optar por tomar una 'lager' del viernes tarde, como experimentar con una imperial stout infusionada con cacao tostado, vainilla y coco. La barra también tiene una coctelería de alto nivel, a cargo del 'bartender' Martín Vespa, que trabaja una coctelería de autor moderna, con tragos como un Damn Good Coffee, un expreso martini con un destilado de malta producido in situ. También cuidan a los abstemios: tienen refrescos de producción propia en seis tiradores, como una cola maravillosa y kombucha y 'ginger beer' de la casa. De jueves a sábado, de 21 a 1 h, hay sesiones de DJ que, en línea con la filosofía artesana de la casa, solo pinchan vinilo.
También se come de narices, claro. La cervecería tiene una oferta de tapas y comida callejera hecha con los fastuosos recursos de brasa de la cocina, como costillas de cerdo ahumadas, o huevos con jamón ibérico. Ahora bien, de noche entra en juego un restaurante, detrás de la cortina negra, como pocos verás en Barcelona. Primero porque dispone de un horno Josper de tres toneladas y media, hecho a medida para ellos, 'robatas', parrilla de carbón y plancha. Lagrange explica que "trabajar con el fuego no significa solo carne a la brasa. El fuego lo encontrarás también en el ahumado de la carne, en la ceniza de la mantequilla que te servimos, en el sabor del pan". Porque aquí lo hacen todo desde cero: empezando por la mencionada mantequilla.
La filosofía de Lagrange de fuego, humo y fermentación se plasma en una cocina totalmente personal y descontextualizada de tendencias y países. Por ejemplo, una extraordinarias mollejas de ternera, infusionadas durante horas con el agua de berenjena a la brasa, que son un beso de grasa adictiva, o un cogollo de lechuga marinada en aceite de hierbas, praliné de pistachos y miso, melocotón y salsa de kombucha de frutas, que es ideal para envolver lonchas de 'vacío' de ternera con un chimichurri de tallos de hierbas frescas. El apartado de producto marinero (y marinado) también merece una larga parada. Todas estas locuras se realizan mediante un estricto circuito de reaprovechamiento de la comida: las galletas de los aperitivos, por ejemplo, se hacen con el bagazo y la avena que sobra de la elaboración de la cerveza.
