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Vallcarca no es hipster. No tiene terrazas espectaculares. No tiene tiendas de artesanía ni cafés con té importado de la India. No tiene la charme de las guías turísticas. Los pocos turistas que llegan aquí, buscan perdidos el Parc Güell.
En Vallcarca, por cada diez minutos de andar encuentras diez solares. No es una exageración: a lado y lado de la calle se acumulan los espacios vacíos, algunos ya llenos de malas hierbas. Para los vecinos de este barrio que no es núcleo, que no es turístico, que no es rico, los derribos han sido la constante de los últimos años. Las excavadoras han dejado un paisaje roído.
Cuando se empezaron a echar casas abajo, se hizo con la promesa de crear espacios verdes y equipamientos para el barrio. Sólo entre 2008 y 2010 hubieron más de 30 derribos. Sin embargo, cuando llegó la crisis, los inversores privados (Núñez y Navarro sobretodo) decidieron que no era buen momento para invertir en la periferia. Ahora sólo queadn los solares.
Pero cualquier espacio vacío es una posibilidad. El pasado sábado 9 de mayo se organizó un torneo de fútbol femenino, una charla y conciertos en uno de los solares más grandes del barrio. Es mes de mayo y la gente sale a la calle.
Algo más arriba, la plaza de la Farigola ha pasado de ser un espacio prácticamente abandonado a tener una fuente y una zona de juegos. El lugar no podría ser más adecuado: justo delante de Can Carol, un edificio que debía haberse convertido en equipamientos para el barrio, pero que hoy en día aún tiene las paredes desconchadas, las ventanas sin cristales, y por no tener no tiene ni techo.
Justo al lado del campo de fútbol, una pancarta significativa colgaba sobre el huerto autogestionado por los vecinos: "Recuperemos los espacios muertos, hagamos huertos de vida". Y es que el barrio ha empezado a expandirse en horizontal y de las malas hierbas se han hecho nuevos proyectos.
Vallcarca no es hipster. Vallcarca tiene solares abandonados y recuperados.