Los 5 desnudos de la cartelera

El desnudo integral de Rosario Dawson en la última película de Danny Boyle merece una glosa de diez páginas. La historia es larga. Se dice que Dawson no estaba muy convencido con la idea de mostrarse delante de la cámara tal y como llegó al mundo, y antes de decidirse a quitarse las medias fue a consultar con su abogado. Tenía miedo que algún hábil 'voyeur' hiciera circular sus vergüenzas por Internet como producto masturbatorio de fácil acceso. Esperamos que no sea así. El cuerpo de la Dawson merece ser admirado como el de una Venus Afrodita. Y lo decimos sin ironía.

¿Algún fan de Paul Morrissey en la sala? No podréis ver 'Keep the lights on' sin recordar aquella mítica escena de 'Flesh' en la que Joe Dallesandro imitaba al Discóbolo  de Miró sobre la cama de un fotógrafo octogenario, arrugado como un pasa, que le metía la mano en el culo sin pena. La última película de Ira Sachs es un homenaje al transgresor cine americano de los años 60, a los tiempos de la controversia, Warhol, la Factory y su entorno. Y Thure Lindhardt y Zachary Booth salen en pelota picada, en algunas de las escenas de alcoba más intensas que he visto nunca.

Julie Delpy tenía una inquietud que le quitaba el sueño: si no enseñaba los pechos ahora, con 40 años, quizá ya no estaría a tiempo. Así que le pidió a Richard Linklater que en la tercera parte de sus aventuras con Ethan Hawke incluyera alguna escena de cama. Y Linklater, un espabilado, satisfizo sus deseos. Olvidaos del amor espiritual, platónico y casto de las dos primeras entregas. Aquí hay cara lascivas, palabras malsonantes como “coño” o “polla” y algún episodio sexual en el que Julie Delpy se cura sus picores bajándose el escote.

Es lo que tuvo mayo del 68: todo el mundo se acostumbró a quemar la ropa. Como ya demostró en los años 90 con 'L'eau froide', Olivier Assayas es un maestro retratando el desencanto de sus años de juventud, llenos de ideales y carnes prietas. En 'Después de mayo' hay 'raves' orgiásticas, nudismo indiscriminado y unas cuantas comunas internacionales donde los jóvenes revolucionarios duermen destapados y con el culo al aire. ¡Quien pudiera volver atrás, a los años del amor libre!

Céline Sciamma buscaba una niña delgada como un bacalao, con las costillas marcadas, a quien la pubertad todavía no la hubiera dotado de curvas. Y conoció a Zoé Héran, una gran actriz de cuerpo andrógeno que con el corte de pelo y unos pantalones de básquet podía pasar por un chaval de 12 años. En efecto, consigue colártela con mucha mano izquierda. Así es como Sciamma empieza una muy recomendable película, pionera en el trato de los conflictos de identidad sexual en la adolescencia. Durante los primeros 20 minutos de metraje, Zoé Héran te convence de que es un niño. Y el engaño se acaba cuando la ves saliendo de la bañera y, hablando en plata, le descubres el sexo.