EL PARÈNTESI MÉS LLARG
Proa
192 pàg. 17,90 €
Tina Vallès escribe mientras fotografía lo que los mortales no advertimos. Experimenta una realidad que, de tan pura, parece mentira. Ojos de lechuza que hacen de 'El paréntesis más largo' (Premio Mercè Rodoreda) un llamamiento a todo lo que queda suspendido, fuera de la mente, de aspecto insustancial, instantes de espera y sosiego que incoan mutaciones. Las garras de Vallès ahora son 'flashes' irónicos ahora idas al extremo. La manía de inventariar individuos drena en la caricatura o en la emoción lírica, pero desde una idéntica ansia de procesar la estética del lenguaje. Rodoreda, Calvino, Calders, Henry James, Matute y Moravia: lecturas digeridas y hechas pulmón en estos diecisiete cuentos breves que ya no miran la vida de fuera como en 'Un altre got d'absenta' sino el apocalipsis de la espera de la conexión en internet, la desazón de no poder terminar la lista de la compra para que se suma una carta de amor, la espiral fatalista de la espera del metro sin desatarse, el terror de enloquecer con los pájaros, la necesidad de llenar los silencios, el descubrimiento del propio subtexto de Pinter, la maldición por un clavo perdido o el rubor para excitarse en un sepelio. Vallès hace del paréntesis metáfora del no-tiempo, del espacio de protección, del decir pleno, de la felicidad. Listas para todo: reímos a sus anchas y vemos cuán primitivos y a la vez retorcidos podemos ser. El estilo de Vallès es rodorediano, tiene el humor del Grup de Sabadell, monólogos íntimos, crítica a los arquetipos neuróticos del 21 (perfectamente dibujados), seducción lingüística que fusiona registros con éxito ('Mali' es sublime.). Y el tortazo al sujeto que ni se reconoce en el espejo. Hoy en día, quien no tiene un trastorno tiene un síndrome: 'c'est la vie'.
–Anna Carreras