[title]
La crisis sanitaria del coronavirus nos ha hecho replantearnos la vida de arriba a abajo y los meses de confinamiento han puesto en el centro de nuestras vidas la vivienda. El encierro forzado ha sido uno de los experimentos sociales más bestias de los últimos tiempos, y ha sacado a la luz las carencias, las virtudes y las complicaciones de hacer de nuestras casas un espacio donde pasar las 24 horas del día. Algunos dieron valor a los 3 m2 cuadrados de balcón, otros descubrieron las terrazas comunitarias y, muchos otros, se dieron cuenta de que trabajo y vida no pueden convivir bajo un mismo techo. ¿Ha de cambiar el modelo de viviendas? ¿Hemos de huir al pueblo? ¿Cuál es el piso ideal anti-covid?
Es en este punto del debate que nos hemos querido fijar en La Borda, un edificio cooperativista en el antiguo recinto industrial de Can Batlló que no solamente destaca porque está hecho de madera, sino porque es un buen espacio para vivir (también en confinamiento). Los inicios de este proyecto, minoritario en Barcelona pero muy extendido en países como Dinamarca o Uruguay, se encuentran a principios del 2017 cuando un grupo de socios de la cooperativa La Borda inician la aventura de construir la primera cooperativa de viviendas de la ciudad.
Asequible, sostenible y pionera
Pronto hará 3 años que se puso la primera piedra en un solar del barrio de la Bordeta cedido por el ayuntamiento durante un plazo de 75 años. Una cincuentena de socios (y actuales habitantes) emprendieron una aventura de casi 3 millones de euros financiada a través de subvenciones, cuotas y un préstamo de una banca ética.
Viven en un régimen de cesión de uso, en el que la propiedad del inmueble es colectiva y recae siempre en la cooperativa. Nunca se puede vender ni alquilar, el socio paga una cuota mensual para gastos y, una vez se va de la comunidad, el piso pasa a manos de otro habitante que se encuentre en la lista de espera.
Uno de los principales objetivos es desmercantilizar el alojamiento para evitar usos especulativos. Todas las decisiones del edificio pasan por una asamblea y los habitantes de La Borda tienen derecho a espacios comunitarios como la lavadora, el piso de invitados, la sala polivalente, el aparcamiento de bicicletas o un comedor con cocina colectiva.
Este modelo, pionero en la ciudad aunque ya lo siguen otras construcciones similares en Barcelona, supone una alternativa asequible y muy sostenible en un momento de grandes dificultades para poder acceder a un piso.
El bloque cuenta con 28 viviendas que dan a un patio interior, equilibrador de la temperatura de todo el conjunto. Des de un inicio se ha diseñado para que sea un espacio autosuficiente, con un sistema subterráneo de ventilación y placas solares. Los pisos pueden ser de 40, 60 o 80 m2 y hay la posibilidad de hacerlos más o menos grandes a través de módulos.
La Borda y otros proyectos en camino son la muestra de que otro modelo de viviendas es posible, más accesible y humano, donde el habitante se ponga por delante del negocio. Además, no solamente plantea un nuevo paradigma de construcción o propiedad, La Borda está pensado para hacer de la casa un espacio para vivir y, porque no, para pasar condiciones hipotéticas de nuevos confinamientos. Una opción que hace comunidad, de proximidad y que, sobre todo, puede marcar el camino hacia un modelo más democrático y sostenible de vivienda.
