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Restaurante con nombre propio: la implicación del chef es absoluta. Y también su proximidad. Sergi de Meià es un cocinero y un restaurante donde literalmente se come el paisaje. Hacer su menú de degustación es disfrutar de un paseo gastronómico inspiradísimo i desacomplejadamente catalán por todo el territorio y sus pequeños productores, desde la tortilla de Tavascan a la ternera ecológica de los Pirineos.

COn una barra baja estilo japonés y espacio para cócteles, Bernat Bermudo fusiona tradiciones culinarias muy alejadas, como la tailandesa, la peruana o la catalana, con grandes resultados. Un ejemplo: un sofrito thai con crestas de gallo y una merluza cocida en hojas de plátano. Compartid plats, y montaros un menú degustación espectacular.

La filosofía de los hermanos Pol y Dídac Montes implica una propuesta gastronómica orientada a la recuperación de los sabores de nuestra cocina. Y el nivel es espectacular (incluyendo un servicio familiar pero muy profesional): versatilidad, ingenio y producto superlativo vehiculados tanto en un generoso menú de mediodía como en un lujurioso de degustación. El ravioli de pato, crema de foie gras y naranja confitada. 

En un Gótico lleno de croquetas en serie y asiáticos de cartón, el Capet brilla con una luz difícil de imitar. Armando Álvarez es un chef de esos que hacen lo más difícil: tener una buena idea aplicada con maestra en platos de creación, que acaban siendo sus propios referentes sin querer vender la moto, solo el sabor. Un ejemplo: unos espárragos con crema de ortigas de mar, mújol y eneldo.

¿Qué cocina hermana de la nuestra venera el producto, la salsa de tomate y el aceite de oliva? Bingo: la italiana. Due Spaghi tiene como subtítulo 'cocina italocatalana', y esta es una etiqueta que no les hace ni grandes ni pequeños. El lado menos explotado de la fusión, la cruzada entre família, aquí se da un resultado excelente: sus 'papparelle' con ragú de conejo son un clásico de Barcelona. 

Lo que empezó con un entresuelo del Rías de Galicia ha evolucionado en una de las propuestas de alta cocina más personales. Un hecho objetivo es que aquí encontrareís uno de los mejores mariscos de España. Otro es que la mano frías del chef Ever Cubilla engrandece el poder crudo marino con recetas inapelables: como un tiradito de muelle con leche tigre de mango. Escucha, oh Muchelin. 

Más allá de su vinculación con el Soho House - es el restaurante del Club, aunque está abierto a todo el mundo- se ha consolidado como una referencia inapelable de la restauración italiana de Barcelona. Aquí encontraréis una comida italiana de primera categoría: pasta hecha a mano y mariscos y platos son sus puntos fuertes. Los espaguetis con langosta y bicho son un prodigio de sabor en alta definición.

Donde hubo el mítico Nitsa, Josep Armenteros ha bastido una visión personal de la tradición catalana sin juegos de manos ni virtuosismos superfluos, sino asumiendo riesgos en platos sabrosos y que no apelas a la infantilización del paladar ni a las modas. Ejemplos: conejo relleno de 'calçots' con romero o perdiz con coles. Los postres - el chef fue pastelero del Gaig - también son de traca. 

Marc Gascons –una estrella Michelin en Els Tinars de Llagostera– es uno de los grandes responsables que la modernidad 'gastro' pase por la brasa. El producto, con el inconfundible toque maestro del humo y mano de autor - parrillas vascas, argentinas y japonesas- se concreta en platos que son el paradigma platónico del sabor: unas creps a la brasa con pesto de hierbas, higos, piñones y parmesano, por ejemplo. 

La cocina catalana que aquí encontraréis es análoga a la restauración de esta joya modernista, que se inauguró como bar en el 1924: una intervención a fondo, hecha con paciencia de orfebre, para conseguir algo basado en la tradición. Un ejemplo: las albóndigas con sípia de toda la vida hechas en dos cocciones- fondo de sípia y sípia a la plancha que te desencajarán la mandíbula.