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[title]Hay bares en los que la gastronomía es solo una cara de la moneda, porque en el reverso se acumula toda su historia, y eso le da todavía más valor. Casa Vall, fundada hace 105 años en la plaza Rovira —cuando Gràcia era casi un pueblo dentro de la ciudad—, es un pequeño universo donde las tortillas de patata conviven con la cultura popular, las croquetas con las historias de tres generaciones, y las bravas con el eco de las conversaciones a pie de plaza.
Este año hay motivo para alzar el vaso: 105 años de cocina y vida compartida. Los días 30 de mayo y 1 de junio, el bar celebra su aniversario con una gran fiesta. Será como siempre: un espacio humilde que reivindica la cocina de toda la vida. Allí encontraréis buena comida, ambiente en cada rincón y, sin duda, una cerveza bien fresquita que entra sola.
La cocina es casera, de raíces profundas y cocciones lentas. Como el rabo de toro, que se deshace como mantequilla tras pasar horas y horas al fuego. O la ensaladilla de pulpo, bien cargada de mayonesa y con ese regusto a mar. Las tortillas se hacen con huevo batido y manos expertas, y los veranos saben a huerta propia —literalmente: muchas de las verduras vienen de su huerto ecológico.
Pero a Casa Vall no se va solo a comer. Para muchos, es como una segunda casa. Sede de la colla del Drac Ensucrat, espacio de vermuts, refugio de charlas largas y risas espontáneas. Abrir bien temprano para desayunar en la terraza y cerrar cuando el barrio ya duerme forma parte del ritual.
¿Os apuntáis a la fiesta? Un día como cualquier otro, pero que hay que celebrar por haber superado el siglo de historia.