Tram Tram

Conocí a Isidre en los años 80, cuando era un joven cocinero con ganas de comerse el mundo. En las radios inglesas sonaban las canciones de The Smiths, y en las catalanas, El Último de la Fila. Me refiero a Isidre Soler, el chef del Tram Tram.

La primera que me recibe es Reyes Lizán, la encargada de la sala y cabeza derecha de un animal bicéfalo llamado Tram Tram. Nos saludamos amigablemente, me dice que Isidre está mimando los fogones, nos preguntamos por los hijos, por el presente y muy poco por el futuro, y me siento a la mesa dispuesto a pasarlo bien. Remarco el preguntar poco por el futuro, porque, desde hace cinco años, Bruselas nos dice que el futuro fue ayer.

Dudo entre escoger la tarrina de cabeza de buey con salsa ravigotte con ensalada, o una crema Parmentier de trufa, huevo de corral y aire de foie gras. Reyes me propone una solución salomónica y hago medio de cada. La terrina de cabeza de buey es fantástica para quien, como es mi caso, guste de una textura tan especial. Y de la crema Parmentier de trufa no diré nada porque todavía salivo y no puedo hablar. Si fuera un submarinista goloso, me gustaría sumergirme en mares de Parmentier trufada. El huevo de corral y el aire de hígado graso serían el oxígeno.

De segundo pido una tripa de bacalao al estilo de Santamaria. Una exquisitez sutil que sirve para reivindicar la memoria de un cocinero añorado y necesario. Para quien no lo haya probado, le recomiendo un viaje expreso hasta el barrio de JV Foix recitando antiguos versos del poeta: "És quan dormo que hi veig clar, foll d’una dolça metzina, amb perles a cada mà visc al cor d’una petxina".

El Tram Tram es un restaurante al que hay que ir con hambre. Yo llegué ansioso de disfrutar de nuevo de la cocina de Isidre, y terminé la comida con un suave helado de coco pensando en volver pronto. Quien quiera comer de menú, puede hacerlo por 23 euros magníficamente justificados.