Dramaturgia y dirección: Marc Rosich. Intérpretes: Elena Martinell (soprano coloratura) y Gloria Garcés (pianista).
Marc Rosich es de los pocos creadores que considera que el 'kitsch' es un universo a tener en cuenta, sobre todo por su alto valor paródico. El vals, transgresor en su día, se ha convertido en epítome del 'kitsch' relacionado con la música “seria”. Ahí está André Rieu y su orquesta para recordarlo cada día. De ese festival sentimental de algodón de azúcar parecen escapadas la soprano de coloratura Elena Martinelli y su acompañante al piano Glòria Garcès. Protagonistas de un radical giro de guión: el apocalipsis. El 'gore' como acompañamiento perfecto para un vals vienés. El súmmum de la banalidad, como demostró Charlie Brooker en 'Dead Set'.
Sobre papel el maridaje parece perfecto para imaginar una delicia de velada por surreal y anacrónica. En sala, la función se percibe sorprendentemente intrascendente entre un río de gorgoritos, con un débil hilo argumental que de tanto en tanto asoma para guiarnos por un amago de cuento de terror entre neveras llenas de tiernos cadáveres y botellas de champán.