Autora: Sarah Kane. Dirección: Alícia Gorina. Traducción: Albert Arribas. Con: Pere Arquillué, Marta Ossó.
“Incomodidad”. Esta es la palabra que mejor encaja con el cúmulo de sensaciones e impresiones que deja 'Blasted'. Incomodidad no por la crudeza con la que una joven y debutante Sarah Kane representa la violencia (física, ética, psicológica, ideológica), si no por la eliminación de ese personaje o situación que sirve de refugio al espectador cuando el teatro hace explícito que la exposición a lo inasumible no se puede interrumpir con un fácil gesto de un dedo. Un texto que a casi veinticinco años de su estreno demuestra que la experiencia teatral es la menos inocua de las que puede tener un espectador. Este es un caso extremo, con todas las variables posibles: desde que te expulse y te abandone a tu fría suerte desde la primera escena, hasta que te genere un malestar físico que te acompañe, instalado en el estómago, hasta casa.
La incomodidad como ese elemento que explica la compleja relación de Alícia Gorina con el texto. Manifiesta en la primera parte -la concentrada en la perturbadora relación entre Pere Arquillué y Marta Ossó- y desaparecida en la segunda, cuando Kane rompe con todas las convenciones de espacio, tiempo y lógica. La primera se percibe como un peaje ineludible para la directora para llegar finalmente a ese lugar dramático sin coordenadas en el que expresarse libremente con esos detalles que hacen de Gorina una creadora con un universo y un lenguaje escénico muy personal y atractivo, que reformulan desde una visión contemporánea la radicalidad de la autora.
Falta la “incomodidad” -quizá más frívola- de ese público que asistirá inocente a un espectáculo que es un ejercicio voluntario y valiente de un potentísimo Pere Arquillué de deconstrucción de su propia imagen, más que consolidada en el imaginario común.