El auto sacramental no desapareció por muerte natural durante la Ilustración española. Fue prohibido por incitar a la confusión moral y teológica. Como señala Joana Masó en su prólogo a la edición de Arola de 'El gran mercado del mundo', sucumbió por la sospecha que el equilibrio entre el mensaje eucarístico y la teatralidad barroca se había roto a favor del mundano aplauso. Combate entre el bien y el mal, habitado por una corte de alegorías, que encandilaba al gran público por la espectacularidad de su aparato escénico. Imposible que Xavier Albertí no se sintiera atraído por un género que reúne muchas de sus filias como creador escénico, enriquecido además por el mensaje social y filosófico que aporta Calderón de la Barca.
Aprecio que encaja a la perfección con el universo teatral que ha cultivado en sus montajes más personales: erudición, música, ironía, reivindicación de la cultura popular e iconoclastia. Todos esos rasgos se concentran en esta ingeniosa producción que peca sólo de cierta racanería en el discurso profanador. Únicamente en el último tercio de la puesta en escena –impactante en su sucesión de imágenes y mensajes que releen el auto sacramental en clave crítica, sacrílega y contemporánea– explotan todas las posibilidades que antes asoman con exceso de administración y cautela. Seguramente para aumentar el efecto sorpresa de la apoteosis final. Pero vale la pena pasar por el inicial desconcierto –en el que despunta un homenaje a Carles Santos– para luego toparse con una de las apuestas más libres e interesantes –en la línea de 'Els jocs florals de Canprosa'– del TNC. Destacar, además, las intervenciones de Antoni Comas, Roberto G. Alonso, Jordi Domènech y Silvia Marsó.
Autoría: Calderón de la Barca. Dirección: Xavier Albertí. Con: Cristina Arias, Alejandro Bordanove, Antoni Comas, Elvira Cuadrupani, Jordi Domènech, Rubén de Eguía, Roberto G. Alonso, Oriol Genís, Lara Grube, Sílvia Marsó, Jorge Merino, Mont Plans, Aina Sánchez y David Soto Giganto.