Autor: Àngel Guimerà. Dirección: Carlota Subirós. Con: Albert Ausellé, Lluïsa Castell, Adrià Diaz, Jordi Figueras, Sergi Gibert, Toni Guillemat, Mar del Hoyo, Borja Espinosa, Francesc Lucchetti, Salvador Miralles, Manel Sans.
Las sensaciones que deja la mirada de Carlota Subirós sobre 'Maria Rosa' de Guimerà son encontradas. La factura de la puesta en escena es impecable. El trabajo de Max Glaenzel (escenografía), David Bofarull (iluminación) y Damien Bazin (sonido) es exquisito: entre los tres se crea una atmósfera que sitúa el drama en una zona difusa entre el realismo costumbrista y la “locura de amor”, tan ambiguo como un espacio que a la vez es abierto y cerrado.
El desencaje llega con la opción dramatúrgica de mantener el sonido original del texto –con todos los giros, modismos y actitudes del XIX– y sobreponerlo sin más a una estética contemporánea. La fricción en este caso no genera una energía dramática positiva. La descontextualización histórica pone en evidencia los anacronismos sociales y morales de sus escenas respecto a la resolución de esos conflictos en un entorno más moderno.
Subirós sólo le ha puesto monos de trabajo y armillas reflectantes a unos personajes que siguen comportándose y reaccionando según los códigos sociales de hace más de cien años. El efecto es de inverisimilitud, de un drama social colocado en una falsa realidad. Faltaría más valentía en la relectura de Guimerà –una traducción más extrema y dura de la precariedad retratada– o quizá menos estética. No es necesario sacar de nuevo fajas y refajos, pero conviene no dejar desnudo al autor y mostrar hasta qué punto se dirige a un público del pasado.
Ese mismo desencaje pesa sobre la composición de los personajes, especialmente sobre Marçal. Hay un sobreesfuerzo por marcar su oscura complejidad, un subrayado innecesario en el lenguaje corporal, la rugosidad de la voz.