Llevar a escena el 'Paraíso perdido' de John Milton, poema épico del siglo XVII, es una proeza. Arrastrarlo a nuestros días, un riesgo. Y que te salga bien, incluso muy bien, un éxito estallante. De entrada, la dramaturgia de Helena Tornero es muy fina. La dirección de Andrés Lima nos revienta la cabeza, con decisiones que nos sitúan ante un espectáculo total, de ideas y acción, con música y canciones.
Que la figura de Satanás esté encarnada por una actriz (Cristina Plazas) y que la de Dios sea un hombre (Pere Arquillué) es ya toda una declaración de intenciones que entronca muy bien con la obra original, porque el demonio de Milton no es tan malo y la divinidad no es tan buena. Incluso podríamos atrevernos a decir que el poeta inglés acaba poniéndose del lado de Satanás. Lo entiende y lo defiende. Y Plazas, aquí, juega un rol vital, puesto que flirtea con las contradicciones propias del personaje, con un alegato final sobre el derecho de rebelión y del actor como espíritu libre de traca.
En 'Paraíso perdido' todo el mundo está en su sitio. También los secundarios sobresalen, como Adán (Rubén de Eguía) y Eva (Lucia Juárez), responsables de las escenas más plásticas. Y Muerte (Elena Tarrats) y Culpa (Laura Font), que suben la función a cotas operísticas. Lima firma un montaje contemporáneo en las formas y clásico en el fondo. Una gran obra de teatro.