Un solo hombre, encima de un escenario, con las herramientas adecuadas, puede ser el ejército griego asediando Troya, puede ser Aquiles, Héctor, Agamenón, Andrómaca, Príamo. Puede ser incluso una ciudad. Y este el desafío que se ha hecho Eduard Farelo a la hora de presentarnos, solo con la ayuda del contrabajista Juan Pablo Balcázar, la 'Ilíada' homérica. Un intento a veces exitoso, a veces no, ya que nos hipnotiza al tiempo que nos despereza.
Farelo se nos presenta como un juglar que nos viene a contar una historia que le gustaría no tener que explicar nunca más, la historia de todas las guerras, de la rabia, de la sed de sangre. Y hace muy bien su papel saltando de un lado a otro del escenario, siendo objeto y sujeto del relato. Pero hay un momento en que saca cosas de un petate que no nos aportan nada o empieza a correr rápido de lado a lado del escenario, y dejamos de mirarle a los ojos. Había conseguido imantarnos con su mirada. De repente, se escapa.
Otra cosa es la elección de las escenas de la 'Ilíada'. No estaría mal que el actor nos avisara que sólo explicará la relación entre Héctor y Aquiles. Porque me he quedado con las ganas de verlo convertido en caballo de madera.
Autor: Homero. Adaptación de Lisa Peterson y Denis O'Hare. Dirección: Juan Carlos Martel Bayod. Con: Eduard Farelo.