Es una de las barras con mayor predicamento de la ciudad. Los príncipes del aperitivo. Llevan más de medio siglo celebrando y honrando el picoteo (de corte tradicional). Si hablamos de tapas, sus responsables podrían dar unas cuantas lecciones y su carta, con decenas de referencias, las corroboraría todas; de hecho, han editado un libro que recoge todo su recetario. Servicio amigable entre parroquianos y diligente/cordial para los visitantes ocasionales. Bar de familia y decoración espartana. Fundamento y trabajo. Barra larguísima y siempre rebosante. Los incontestables: la tortilla, el canapé de ensaladilla alemana o su “pajarito”, emparedado de atún con mahonesa. Aviso: Llevad efectivo. No aceptan tarjetas.
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