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Mathieu Amalric

Mathieu Amalric: "El cine tiene que llegar por vía intravenosa, como la droga"

El actor que una vez fue el malo de James Bond dirige e interpreta 'Barbara', una película fantasmal sobre la 'chanteuse' más mítica de todos los tiempos. Nosotros le entrevistamos

Escrito por
Josep Lambies
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La voz nicotínica, cavernosa, como de alguien que ha pasado muchas noches en blanco, no se presta a confusiones. Mathieu Amalric está al otro lado del teléfono, con el auricular muy cerca de los labios. La respiración es profunda. Suspira. Es, probablemente, el mejor actor de su generación, un nervio con pinta resacosa. No le tiene miedo a nada, y se presta a todo. Ahora dirige 'Barbara', una película que él define como un biopic utópico, y que protagoniza la cantante Jeanne Balibar, su exmujer.


¿Qué quiere decir eso de biopic utópico?
Esta película, para mí, es un gesto, que intenta arrastrarnos hacia las sensaciones que tenemos cuando escuchamos las canciones de Barbara. Es como una sesión de espiritismo, como si nos uniéramos para pedirle que haga una última aparición desde el fondo de una cortina de música. Es el retrato de una mujer escondida detrás de un piano que de repente se levanta y empieza a moverse en el espacio.

¿Podríamos decir que persigues su fantasma con la cámara?
Hacer cine tiene que ser una cuestión intuitiva. Tiene que llegar por vía intravenosa, como una droga, que atraviesa la piel y se apodera de ti. Sí que es un biopic, que se mantiene siempre al borde de la verdadera Barbara, y que busca sus imágenes, las auténticas, haciéndolas vibrar. Hay muchos biopics que me interesan, como 'Ciudadano Kane' y 'Lola Montès'. Pero al mismo tiempo se mezcla otro género, el de la película dentro de la película.

Jeanne Balibar interpreta a una actriz que interpreta Barbara. ¿Qué os ofrecía esta distancia?
Era la manera de liberarla, de que no se sintiera encarcelada, que no sintiera la presión del personaje, ni que los espectadores estarían buscando las diferencias con la Barbara de verdad. Por eso, su voz se mezcla con las grabaciones originales, como si se persiguieran en el tiempo.

Hay una secuencia en la que la vemos con una máscara blanca y un camisón. ¿Es la llegada del espectro?
Lo que sabemos de Barbara es que se fabricaba un personaje que infundía terror. Asustaba a los niños y a los hombres. Por eso la quisimos convertir en un clown blanco y en un clown negro. En Nosferatu y en un vampiro con capa oscura durante la medianoche. Y le pusimos un maquillaje pesado, de los años 70, que es una coraza.

Tú también apareces en la película, haciendo de director. ¿Cuál era tu implicación en la historia?
Hay muchas historias de amor tormentosas en el cine, como la de Cassavetes y Rowlands. Jeanne y yo nos quisimos hace mucho tiempo, cuando ella era otra mujer y yo otro hombre. Era más divertido que yo me metiera dentro del rodaje, que actuáramos juntos, y que en la ficción fuéramos dos ex que se reencuentran. En el inconsciente de la película está el fantasma de nuestro amor.

En 'Tournée', hacías del manager de una compañía de burlesque. ¿Se parece a tu papel en Barbara?
Me hace gracia hacer de hombres ridículos, despreciables, que al final necesitan sentirse protegidos por las mujeres. En 'Tournée' había un feminismo muy sólido,que no pasaba por la militancia, sino que iba al corazón, que hablaba de sufrimiento, fuerza y ​​espectáculo. Y eso es 'Barbara', también.

Pronto se estrenará la última película que has hecho con Desplechin.
Y casualmente se llama 'Los fantasmas de Ismael'. Mi relación con Desplechin es curiosa. No nos vemos nunca en la vida real. Nunca quedamos para comer ni nada. Somos como dos amantes que se conforman con hacer el amor de vez en cuando para mantener el deseo, como un matrimonio viejo que ha inventado sus normas para seguir soportándose a lo largo de los años. ¡Y ya hace 24 que colaboramos!

¿Cómo te ha influenciado el cine de Desplechin como director?
De una manera misteriosa, como me influenció Resnais. Cada cineasta con quien he trabajado es una pincelada de color. Incluso una pequeña aparición en un film de Wes Anderson o de James Bond significa coserle un nuevo parche a mi abrigo de arlequín.

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