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Hidrogenesse
©Alfredo Arias

Hidrogenesse: "Si se estropea una tecla del piano rehacemos esa melodía para no tener que tocarla"

El dúo pop barcelonés llega a Madrid recién salido de un baúl de disfraces para presentar sus ‘Joterías bobas’ en el Ochoymedio

Escrito por
Josep Lambies
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Por el pasillo vemos llegar a Genís Segarra pisando sobre dos zapatos dorados de tacón y a Carlos Ballesteros con la cara pintada de blanco, sin pestañear, ambos erguidos como un tentetieso y vestidos de rojo de los tobillos a la coronilla. Son un par de genios. La noche del 5 de octubre, Hidrogenesse se subirán al escenario del Ochoymedio para dar el concierto de presentación de su último disco, 'Joterías bobas', una obra maestra con temas brillantes como 'Nombre de flor' y 'Brujerías jotas'. Su humor inexpresivo nos fascina.

Parte de Joterías bobas nació en México, mientras participabais en el cabaret 'Salón Talismán'. ¿Qué ocurría en ese espectáculo?
Genís Segarra: Era lo que en México se llama un show de rumberas. Nosotros éramos la banda, pero también había bailarines y contorsionistas y todo era muy colaborativo. Teníamos una gran confusión de quién era quién. Funcionábamos como una compañía de comediantes itinerante.
Carlos Ballesteros: Todos lo hacíamos todo, desde colgar las telas del decorado hasta maquillarnos y ponernos purpurina o pintar el fondo. No era un espectáculo glamuroso. Ahí interpretábamos temas de 'Animalitos', como 'Pajaritos y pajarracos' y 'Caballos y ponis', y la mitad del nuevo disco. Estrenamos 'Maracas', 'Claro que sí' y 'Nombre de flor'.

¿Cómo caló vuestra aventura mexicana en el imaginario del disco?
G.S.: Antes de ir no sentíamos ninguna mitomanía especial. No es como cuando visitamos Múnich por primera vez, que esperábamos encontrarnos con los escenarios del cine de Fassbinder y los palacios de Ludwig II. Pero llegamos y nos enamoramos. De vuelta a España lo echábamos tanto de menos que empezamos a ver un montón de películas mexicanas que ahora nos chiflan.
C.B.: Sobre todo de los años 40. Hay directores buenísimos como El Indio Fernández, que hizo una película que se llama 'Xochimilco', que también es el nombre de un lugar real, un espacio fluvial a las afueras de la capital, con muchos huertos de flores y de verduras. Hay manojos de cilantro fresco por todas partes. Ellos lo usan de sazonador.
G.S.: Mezclamos ese amor por México con otros temas. Por ejemplo, queríamos hablar de las cosas que se rompen, las amistades que se pierden, lo irreparable.

Hay dos canciones que van en esa línea: 'Teclas que no suenan' y 'Se malogró'. ¿Qué inspiró esos dos temas?
C.B.: Nosotros tenemos una colección de sintetizadores y cajas de ritmos que van fallando, porque son antiguos, envejecen y nosotros somos muy poco cuidadosos. Los instrumentos se nos desafinan y no los arreglamos. Estamos rodeados de cosas que funcionan a medias.
G.S.: Pero nos adaptamos a ellas. Nos sirve de lección. Es como cuando te deja de funcionar una cadera o una pierna. Se atrofia una parte del cuerpo y tienes que seguir tu vida de la mejor manera posible.
C.B.: Cuando se estropea una tecla del piano rehaces la melodía intentando no usar más esa nota. Nos dimos cuenta de que trabajamos así y de manera muy exagerada.

Grabasteis parte del disco en París, en casa de Jérémie Orsel, el cantante de Dorian Pimpernel, con sus instrumentos.
G.S.: A diferencia de las nuestras, las máquinas de Jérémie funcionan muy bien. Excepto una, que era la que más deseábamos usar. Es un sintetizador de los 70, con circuitos electrónicos, que emula cualquier instrumento de viento.
C.B.: Tienes que soplarle a una boquilla, a un tubito. De ahí te sale de pronto un oboe, un saxofón o un trombón. Solo funcionaba un ratito cada tres horas. Después se apagaba. Era un gag recurrente, lo de intentar grabar cuando conseguíamos encenderlo, rápido y sin equivocarnos.

¿Os consideráis unos artesanos?
C.B.: Nos gusta hacer las cosas muy caseras. Así podemos ir a nuestro ritmo, adelante y atrás, decidir que queremos volver a empezar para ver cómo queda lo mismo pero en azul.
G.S.: El año pasado participamos en una producción con mucha gente implicada y no nos gustó nada el proceso. O estamos mayores o es que no servimos para negociar tantas cosas. Hemos reafirmado que nos vemos más cómodos cuando nos mantenemos en la autogestión y la precariedad.

La portada del disco imita un cuadro de Derain, 'Arlequín y Pierrot'. ¿Su puesta en escena fue también un trabajo de artesanía?
C.B.: Total. Yo encontré esa imagen y nos vi representados, como dos cómicos perdidos en las nubes, en medio de la nada, con su guitarra y su ukelele. Queríamos alquilar un telón de teatro pero nuestra idea era trabajar en el salón de casa.
G.S.: Y un telón de teatro mide como ocho metros. Además está hecho para ser visto de lejos, y cuando lo abres, como está doblado, ves las líneas, que parecen baldosas. Entonces Carlos compró tela y ropa blanca, se puso
el cuadro delante y empezó a pintar el paisaje y los dos disfraces.

Os viene como anillo al dedo. Vosotros sois una especie de homenaje vivo a esos cómicos clásicos con cara de palo.
C.B.: Hemos ido asimilando esa actitud. Nos inspiramos en artistas como Gilbert & George y La escultura que canta.
G.S.: Cada cual hace lo que sabe. Hay quien se sube al escenario y baila y baila. A nosotros se nos da bien quedarnos muy quietos.

El título del disco, 'Joterías bobas,' viene de un insulto que os propinaron por Twitter, después de un concierto.
C.B.: Era un insulto, porque nos estaban llamando maricones, pero lo que querían es decir que nuestras canciones no son intensas, que no nos abrimos en canal. Y es cierto. Preferimos pensar que el mundo es divertido.
G.S.: A pesar del tono despectivo, nos pareció superbonito. No sabíamos qué quería decir ‘joterías’, pero le contestamos al tipo “Claro que sí”, que se convirtió en el título del primer tema del disco. También te diré que si nos hubieran llamado “excrementos podridos” no lo hubiésemos usado jamás. Pero Joterías bobas nos define. Es perfecto.

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