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Laszlo Nemes

László Nemes: "La historia no se anuncia a sí misma, sino que irrumpe y desconcierta"

El director de 'El hijo de Saúl' estrena 'Atardecer', una película que explica, con terror, la muerte de la vieja Europa

Escrito por
Josep Lambies
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Todavía nos duele pensar en aquel cielo flamígero que se encendía sobre Auschwitz en 'El hijo de Saúl', su impresionante ópera prima, ganadora de un Oscar, que contaba la historia de un hombre que cargaba en sus brazos el cadáver de un niño muerto en la cámara de gas. Ahora, el cineasta húngaro László Nemes estrena su segunda película, 'Atardecer'.

Nos situamos en Budapest en 1913, justo antes de que estalle la Primera Guerra Mundial.
Yo nunca pienso en la historia de manera estática, plomiza, como en los libros escolares. Si algo tengo claro es que la historia no se anuncia a sí misma, sino que irrumpe y desconcierta. En Atardecer quería recrear ese momento en los ojos de un solo personaje, esa muchacha que llega a la ciudad en busca de su pasado.

¿Cómo definirías la tensión que se vive en el ambiente?
Había algo que me interesaba mucho, que es explicar cómo esa aristocracia tan sofisticada y convencida del esplendoroso destino de la humanidad es testigo, de pronto, de que las cosas se ponen peligrosas y toma conciencia de su propia aniquilación. Esa condesa vestida de luto, sudando drogada de opio en un sofá es, creo, la imagen de la muerte de la vieja Europa.

'Atardecer' acaba en una trinchera. Casi parece que ese último plano esté anticipando lo que ocurrirá en 'El hijo de Saúl'. ¿Lo hiciste aposta?
Es cierto. Yo hubiese querido rodar 'Atardecer' antes que 'El hijo de Saúl', pero era mucho más difícil de financiar. Siempre tuve conciencia de que las dos películas estaban conectadas, por varias razones. En 'El hijo de Saúl' aparece una sola mujer, interpretada por Juli Jakab, la actriz protagonista de 'Atardecer'. En un caso lleva un sombrero bonito y viaja en carruajes. En el otro está pasando hambre en un campo de exterminio que huele a disentería. Es casi el mismo personaje, el mismo rostro transitando entre dos historias irreconciliables.

En las dos películas enganchas la cámara a la nuca del protagonista, y lo vas siguiendo al trote, en la asfixia de un plano muy cerrado.
El cine actual tiende a multiplicar los ángulos perceptivos, fragmentar mucho las secuencias. Yo tengo la sensación de que hago lo contrario, restrinjo el punto de vista, y hago que el público viaje por esos espacios muy cerca del protagonista. En mis dos películas trato de crear una identificación entre la perspectiva del espectador y la del personaje, de modo que nos adentramos en lo más profundo de sus tiempos.

Las dos guerras mundiales han definido nuestro mundo tal y como lo conocemos. ¿Hay una intención de actualizar el pasado?
Sí, pero a un nivel más metafísico que materialista. Nos encontramos en el entorno de esa nobleza del imperio que trata de ocultar su lado más feo, sus depravaciones. Mientras tanto, en sus propios palacios va floreciendo algo oscuro, los albores de lo revolucionario, de una sociedad subterránea que se amotina con sus pistolas y su cólera.

La película nos absorbe, nos engulle y nos vemos apresados en el vientre de la ballena.
Esa es la intención, que el público se sienta perdido en una noche de los tiempos, en la que no vemos a quién tenemos detrás ni sabemos qué antorcha prenderá primero.

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