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Tritón
Sabina Matesanz

La Latina tiene su propio restaurante clandestino: así de bueno es Tritón

La gente de Trèsde y Marmitón se unen para consolidar la renovación del barrio más allá del tapeo y las cañas

Gorka Elorrieta
Escrito por
Gorka Elorrieta
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No es un cuatro manos. Y no lo es porque no quieren llamarlo así y porque además son tres cocineros los que se han sacado de la manga este proyecto mutante que dará grandes alegrías en los próximos meses. Se llama Tritón y será guadianesco. Aparecerá por sorpresa y desaparecerá como una estrella fugaz. Eso sí, lo que hacen los responsables de Trèsde y Marmitón deja estela. Seguidles en sus redes sociales para enteraros de la siguiente porque el fulgor de la primera edición ya pasó. Ya fue. 

Tritón
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Su primer volumen, el 01 (y ojalá lleguen a completar los dos dígitos...), se celebró una noche de domingo, la del 22 de octubre, en la sala de Trèsde (Cava Alta, 17), donde tuvieron que instalar una cocina improvisada para terminar algunos platos (todo en directo). Fue un menú cerrado con tres aperitivos, cuatro platos principales y un postre (+ tabla de quesos y petit fours). Una velada a mayor gloria del barrio -que se está renovando gracias a gente como ellos- y de sus proveedores de confianza (desde los quesos al pan, del pescado a las verduras), muchos vecinos del barrio como Obrador San Francisco, Kai Cao, GelatoLab o Cultivo, entre otros. Para beber... libertad... el formato que os diera la gana. Desde maridaje completo a tomarse un par de copas o abrir una(s) botella(s). 

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Sabina Matesanz

Si os la perdisteis (el aforo es muy limitado y las reservas volaron), esta propuesta tendrá continuidad pero seguramente cambiará su fisonomía, su puesta en escena y su ubicación. Quizás en la siguiente edición el ambiente sea más festivo, quizás haya cócteles y un tapeo gustoso pero informal. El pistoletazo de salida lo marcó una sucesión de platos donde los cocineros de uno y otro restaurante aportaban algo. No fue una creación tuya y otra mía. Fue un trabajo en común, una retroalimentación. Uno ponía el cochinillo lacado y el otro le sumaba una salsa inédita o una hoja de salvia a la receta. Uno cuidaba al milímetro la presentación y otro preparaba un consomé de ave sabrosísimo para los ravioli. 

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