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Collage de la artista Amaya Lalanda
Amaya Lalanda

Madrid oculto: La basurera y la dinamitera

Escrito por
Servando Rocha
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Al caer la noche, entre las angostas calles del barrio de Tetuán, entonces conocido como Tetuán de las Victorias, se escondían mil peligros. O al menos eso decían la policía y la prensa: apaches huidos, atracadores y bandidos. Pero lo que un periodista encontró en 1929 fue a una extraña mujer que empujaba un carro atestado de objetos y ropas usadas y que aseguraba haber sido amiga personal de Pérez Galdós, Emilio Carrere  y Mario Roso de Luna, además de espiritista y escritora a sueldo del antitaurino Eugenio Noel. Respondía al nombre
de Margaret D’Espont pero todos los traperos la conocían como la Madam.

"Antes se trataba con mucha buena gente, porque tenía una casa de modas, pero luego le dio por tratarse con los espíritus", le confesó una basurera amiga suya. El sorprendido periodista visitó la casucha en que vivía y quiso saber más de aquella imponente mujer "vieja, alta y huesuda, que ha debido de ser por lo que en ella ha dejado la vida, una rara belleza", escribió. Supo que era inglesa, aunque había nacido en la India. Antes del alba, con su carro tirado por un borriquillo, salía a conquistar Madrid en su lucha por la vida mientras se comunicaba con los espíritus, o eso aseguraba, soñando con su vida pasada y el modernismo, como cuando escribía artículos que firmaba su amigo Eugenio. "Me comunico con los espíritus y leo en el pasado y en el futuro como en un libro abierto", dijo al periodista. Si yo la hubiera conocido le habría preguntado por la vida futura, por Rosario, otra extraña y gran mujer y, si la Madam de Tetuán, tras unos segundos de ensoñación, me hubiera pedido algún dato más sobre ella, hasta le habría recitado el poema que le dedicó Miguel Hernández: "Rosario, dinamitera, / sobre tu mano bonita / celaba la dinamita / sus atributos de fiera. / Nadie al mirarla creyera / que había en su corazón / una desesperación / de cristales, de metralla / ansiosa de una batalla, / sedienta de una explosión. / Era tu mano derecha, / capaz de fundir leones".

Perdió su mano al explotarle un artefacto mientras se hallaba en la línea del frente combatiendo el fascismo. Rosario fue la otra estanquera de Vallecas. Durante años, en pleno centro, en la plaza de Cibeles, vendió tabaco de contrabando y cajetillas de cerillas. En Vallecas regentó un pequeño estanco en la calle Peña Prieta. En el hospital, a punto de perder la vida, fue visitada por Ortega y Gasset. No sabemos si le dijo eso de "yo soy yo y mi circunstancia", pero conocerla le dejó impresionado. Rosario no había perdido una sonrisa y una esperanza parecidas a la de esa basurera rodeada de sueños. 

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