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CaixaForum
©Maximo Garcia de la Paz

Los protagonistas de CaixaForum

Además de obras de arte y actividades para todas las edades, el centro cultural cuenta con otros grandes protagonistas: sus trabajadores

Escrito por
Time Out Madrid
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Seguramente te has cruzado con ellos en cada visita que has hecho a CaixaForum, pero puede que no te hayas percatado de su presencia. Desde los responsables del montaje de cada exposición hasta las personas de seguridad, la dependienta de la tienda o los educadores que realizan las visitas guiadas a colegios e institutos, todos ellos son el motor que mueven uno de los centros culturales más importantes de Madrid. Este es nuestro homenaje.

Una década al frente de la tienda

Una década al frente de la tienda

Davinia Nogales Gómez. Dependienta.

Desde los 27 años lleva Davinia vendiendo libros, objetos de decoración, papelería y más artículos en la tienda del CaixaForum. De eso hace ahora diez años, un década que ha dado para mucho. "Lo mejor es que es un trabajo muy dinámico", nos cuenta. "El inventario cambia con cada exposición, excepto algunos artículos que tenemos siempre, lo que implica estar en constante renovación". El interés que despierta cada exposición influye mucho también en la afluencia a la tienda. "Con las de Alphonse Mucha y Warhol fue increíble, venía gente constantemente", recuerda. Y no solo visitantes de la muestra, Davinia también atiende a buscadores de regalos originales que vienen expresamente aquí. Porque no, la tienda no se cierra y se la llevan a otro sitio cuando termina una exposición. "Es una de las preguntas que más nos hacen", afirma, divertida.

Chico para todo

Chico para todo

David Peláez. Mantenimiento.

Empezó a trabajar en CaixaForum una semana antes de su inauguración, hace ya diez años, y desde entonces cada día se ocupa de comprobar el sistema de climatización, la electricidad, la cerrajería y el suministro de agua sanitaria. "En realidad, soy un chico para todo: igual te estoy cambiando una bombilla que reparando la avería de una máquina o montando las mesas para un acto", dice, socarrón. Bromas aparte, el trabajo que hace conlleva una gran responsabilidad: tiene que aseguarse de que las salas estén siempre entre 21 y 22º, para garantizar la correcta conservación de las obras. "En verano la gente se queja del frío, pero no nos podemos arriesgar a que ninguna de las piezas sufra desperfectos por culpa de la temperatura", cuenta. También confiesa que no se deja caer por las exposiciones salvo en contadas ocasiones: le encantó la de Pixar, en el 2014, y dice que tampoco se perderá la de Disney, que aterriza en el museo a mediados de julio.

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Cafés con humor

Cafés con humor

José Antonio Ortiz Correal. Camarero.

Si alguna vez has subido a la cafetería acristalada de la cuarta planta del Caixaforum, puede que le hayas pedido un café, un zumo o una caña. Porque Jose Antonio es uno de los cuatro camareros que, desde hace ya ocho años, cubre los dos turnos rotativos en los que se trabaja en este espacio. Una zona luminosa, con muchas mesas disponibles y de estética vanguardista, muy en consonancia con el resto del centro cultural y muy recomendable para hacer una pausa entre exposición y exposición. Y eso que, a pesar de lo que muchos piensan, no tiene terraza. La confusión parece que se repite año tras año, porque “cuando llega el buen tiempo suelen preguntarme que por dónde se sale a la zona exterior. Yo les digo que mejor no lo intenten, a no ser que tengan paracaídas”, confiesa Jose Antonio con humor, porque la cafetería está en la última planta del edificio.

Preguntas inverosímiles

Preguntas inverosímiles

Fran Mohedano. Recepción.

Apenas lleva un año y medio trabajando en la recepción del centro, pero para Fran lo mejor de su labor es poder compartirla con sus compañeros día tras día. Con su polo anaranjado y amplia sonrisa, atiende cada día a decenas de visitantes que buscan algo de orientación en la gran mesa de color madera que es la recepción. Compatibiliza el turno de tarde con sus estudios de arte dramático y a lo largo de estos 18 meses se ha encontrado con preguntas de lo más curiosas. “Una vez nos preguntaron si Ramón Casas (fallecido en 1932) podría firmarles una litografía”, recuerda. “También nos confunden mucho con una sucursal bancaria, y vienen a pedirnos que les pongamos al día la cartilla o a intentar sacar dinero”.

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Una guía ejemplar

Una guía ejemplar

Laura Escolar. EduCaixa.

Es arqueóloga pero, como mediadora cultural, cada día tiene que ponerse también la camiseta de la más aplicada estudiante de pedagogía. Y lo borda (con esa voz y esa dicción tan radiofónica). “Nos fijamos cómo hablan los maestros a los niños. Tenemos que tener facilidad de palabra, estar muy atentos para cambiar registro en tal o cual situación, para adaptarnos a las condiciones específicas de cada grupo. Y cada día es una aventura. Pero eso es emocionante. Contar a diario un mismo guion sería muy monótono. Cuanto mayor sea la diversidad de los grupos, mucho mejor”. Y más aún si, como ella -que forma parte de un grupo de una decena de educadores-, haces una media de cuatro visitas guiadas al día. Y ahí caben colegios, asociaciones culturales, familias, personas con discapacidad, universidades…

“Tenemos dos tipologías de visitas. Las que duran una hora y las de hora y media. Las segundas están dirigidas a colegios porque utilizamos muchos materiales relacionados con la exposición… En ‘Músicas en la antigüedad’, después de ubicarles (Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma), sacamos instrumentos actuales y montamos una pequeña orquesta. Resulta la forma ideal de comprender lo que había y lo que hay, cómo han evolucionado muchos de los instrumentos”. Todos los educadores siguen un cuaderno (con muchas notas al pie), un dossier con los materiales y las paradas en las que tiene que centrarse pero durante el recorrido siempre hay margen para la sorpresa. “Recuerdo que para la exposición ‘¡Agón!’ con unos niños interpretamos un extracto de una obra clásica de teatro griego. Dos voluntarios, con la máscara de la comedia y la tragedia, leían un texto mientras los otros, sentados en el suelo, escuchaban atentos. Otros visitantes se quedaron mirar y acabaron aplaudiendo. Fue maravilloso, muy divertido. Acabamos coronando a los intérpretes y todos, al ver la respuesta de ese público ajeno a su clase, se fueron tan contentos…”.

 

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