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Marta Sanz
©Alfredo Arias

Marta Sanz: "Nuestra democracia es como el emperador que va desnudo"

Por fin leemos ‘Amor fou’, una novela que la autora de 'La lección de anatomía' escribió en el año 2004 y que nadie quiso publicarle. ¿Demasiado lúcida? Nosotros la entrevistamos

Escrito por
Josep Lambies
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En el 2004, Marta Sanz escribió una novela profética, abrumadora, titulada 'Amor fou', tan inteligente que en ese momento nadie quiso publicársela. Demasiado lúcida, demasiado peligrosa. Durante todo este tiempo, ha ido errando como un fantasma, inédita, hasta llegar a nuestros días. Es una historia que nos habla del amor y de sus implicaciones políticas, a partir de cinco personajes: una pareja que se ama, un hombre que los espía desde una ventana, una mujer que los quiere ver muertos y una niña monstruosa. Con una locuacidad brillante, escogiendo cada palabra con justicia, la autora nos habla de lo que este libro esconde.

¿Qué hizo de 'Amor fou' un libro prohibido?

Yo creo que es tóxico porque da una visión nada complaciente de la realidad española y se anticipa a algunas de las cosas que están sucediendo en este momento. A la incomodidad ideológica, conceptual y política se le añade un planteamiento formal muy exigente. Fíjate que yo escribí Amor fou en el año 2004, justo después de 'Animales domésticos', que era una novela de corte social, y antes de 'Susana y los viejos', que no era una historia nada digerible porque hablaba de muerte y de enfermedad.

Amor fou también habla de enfermedad, la de un país que está empezando a pudrirse. Y la última escena, entre las rojigualdas del 12 de octubre, es de película de terror.

Las novelas surgen por razones muy distintas. Dudas, incertidumbres, ganas de comprender lo que te resulta incomprensible... 'Amor fou' tuvo una motivación muy clara, y es la imagen que yo tengo como ciudadana madrileña de ir paseando por la calle durante el Día de la Hispanidad el año 2003 y ver ondear esa bandera gigante en la plaza de Colón, como si se me fuera a echar encima. Escribí 'Amor fou' casi como una novela de ciencia ficción, como una distopía, y ahora veo con miedo que los vaticinios de las brujas se han cumplido.

Sin duda es un libro oracular. ¿Eso explica que a los editores del momento les resultara peligroso?

Tengo la sensación de que estamos corroídos por el óxido del franquismo y que nunca nos lo vamos a quitar de encima. Estamos estandarizando símbolos que resultan agresivos y se da el caso de que la Fundación Francisco Franco va jaleando en Twitter la victoria de los nacionales y no pasa nada. Cualquier día sale el dictador como un zombie de su tumba del Valle de los Caídos.

Hablabas de distopía. Este libro, cuando fue escrito, ocurría en un futuro próximo, ahora el ya pretérito año 2010.

Al reversionar la novela para publicarla pensé que esta prospección de futuro ya no tenía sentido. Lo que entonces era una fantasía se ha convertido en realidad. 'Amor fou' buscaba retratar que nuestra democracia es como el emperador que va desnudo y nadie lo dice.

En el prólogo, Isaac Rosa habla del papel que las cicatrices tienen en tu literatura. ¿Qué importancia le das al discurso del cuerpo?

Yo intento ser una escritora versátil, que busca para cada historia palabras distintas. He escrito novelas más sociales, otras detectivescas, algunas autobiográficas, y hay algo que puedo reconocer en ese batiburrillo de mi consciencia, una metáfora fundacional que es la que vincula el cuerpo con el texto y el texto con el cuerpo. Mi prosa recupera la materia, la fisicidad, la temperatura.

El cuerpo aparecía, por ejemplo, en 'La lección de anatomía', un título que nos remite a los tendones que el profesor saca del brazo del cadáver en el cuadro de Rembrandt.

La presencia del cuerpo para mí tiene que ver con el hecho de ser una escritora mujer. Pienso que el escritor tiene que ser ese ser andrógino que recoge las polifonías del mundo, pero junto a eso hay una impronta autobiográfica que no me quito de encima. Tengo la sensación, desde mi vivencia, de que el cuerpo de las mujeres se nos ha vendido como templo intocable, inviolable, o como campo de batalla para ejercer todas las violencias. Tenemos interiorizado el estereotipo de que solo podemos ser o putas o santas, y yo me rebelo con uñas y dientes en mi escritura, activando la idea de que el texto es un cuerpo en el que se impregnan los trabajos y las agresiones de la vida.

En 'Amor fou' me acongoja el personaje de esa niña gigante, hipertrófica, casi mutada. 

Ahí es donde cristaliza lo que te contaba, en el cuerpo artificialmente agigantado y deformado de esa niña que es una gorda cebada por su madre, para expresar una morbosidad horrorosa que relaciona el libro con los cuentos de hadas.

¿La deformidad y la lascivia van de la mano? 

Eso está relacionado con la conciencia del relato como base para la pornografía. En términos de sexualidad no hay nada intrínsecamente inmoral o pornográfico. Hay realidades espantosas que se dulcifican a través del lenguaje, mientras que otras que son dulces se convierten en horribles por el modo que tenemos de narrarlas. 

¿Me podrías poner algún ejemplo? 

Yo ahora estoy muy preocupada y escribí un artículo hace poco sobre cómo en los tribunales de violencia de género se utiliza el concepto de verosimilitud para descalificar o valorar los testimonios de las mujeres agredidas. Eso nos muestra de qué manera la retórica ha empapado la realidad. El relato de una mujer maltratada no tiene que ser verosímil, tiene que ser cierto, porque la brutalidad es de verdad. 'Amor fou' habla de la capacidad de los relatos de mutar la realidad.

Como el título indica, 'Amor fou' es una historia de amor. No lo perdamos de vista.

La marea política en la que están envueltos los personajes es el sustrato que hace que se unan las vidas públicas y las privadas. 'Amor fou' propone, frente a un tipo de amor comercial, promiscuo, de compraventa, una idea fuerte del vínculo basado en la confianza y la solidaridad. Son esos amores tranquilos que son muy poco publicitarios, que nunca son la materia de los grandes libros. Es el amor de la gente afín, que tiene una visión del mundo parecida, de los que deciden caminar juntos. 

Ese amor apacible tiene un acosador, que espía por la ventana, un vigilante tipo James Stewart a través de sus prismáticos.

'Amor fou' es una historia que se dibuja en triángulos, entre presente y pasado, entre distintos personajes. Voy jugando a reproducir esas formas geométricas para generar una sensación de claustrofobia, la misma que tuve cuando me sentí sobrecogida por esa bandera de España enorme. 


Amor fou
Ed. Anagrama.
200 pág. 16,90 €

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