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Javier Giner
©marcosGpunto

Javier Giner: "El reto ha sido mostrar esa sexualidad bestia sin perder la elegancia"

El María Guerrero está a punto de estrenar 'Taxi girl', una obra procaz que, auguramos, será todo un fenómeno. Entrevistamos a su director

Escrito por
Josep Lambies
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Una rueda de fuego. Un huracán de carne y emoción. El teatro María Guerrero está a punto de estrenar 'Taxi girl', un texto de altísimo voltaje firmado por María Velasco, que habla del trío que formaron Anaïs Nin, Henry Miller y June Mansfield. Es obsceno, tórrido, tremendamente sexual. Protagonizado por tres actores inmensos –Eva Llorach, Celia Freijeiro y Carlos Troya–, promete ser ese fenómeno de la temporada que nadie debería perderse. Entrevistamos a Javier Giner, su director, un tipo lúcido y efervescente. Me dan ganas de dejarme caer en sus brazos para que me lleve adonde él quiera.

¿Qué papel juegan lo erótico y lo obsceno en 'Taxi girl'?
Lo primero que hay que saber es que es una función ficticia basada en hechos reales. María Velasco ha cogido esa realidad que nos habla de cosas que ocurrieron y la pasa por el filtro de la imaginación. Lo que cuenta la función es una relación triangular entre tres personas. Henry Miller, un autor vilipendiado, machacado, ignorado, considerado un pornógrafo. Anaïs Nin, una escritora casada con un banquero y cuya avidez de experiencia la llevó a explorar su sexualidad de una manera absolutamente moderna. El tercer pico es June Mansfield, la segunda esposa de Miller, que era una prostituta de baja estofa.

June Mansfield es la 'taxi girl' del título. ¿De dónde viene este concepto?
A principios del siglo XX existían salas de baile adonde los hombres iban y pagaban por bailar con las mujeres. A esas mujeres se las llamaba 'taxi girls', porque si bailabas con ellas bajaban la bandera. Eso costaba un dólar. Henry Miller trabajaba en la Western Union, tenía una hija y un día, en uno de estos salones, conoció a June Mansfield. Ambos mantuvieron una relación adúltera hasta que ella le convenció para dejar a su esposa y le costeó un viaje a París con el dinero que había ahorrado de prostituirse. En Francia, Henry conoció a Anaïs. Ella le propuso que invitara a June. Ahí empieza esa especie de trío amoroso volcánico de la historia de la literatura.

¿Cómo se integran las voces literarias de Miller y Nin en la historia que contáis?
Todo lo que leemos en los libros de Henry y de Anaïs es un trasunto ficcionado de sus experiencias vitales. Lo contaron en primera persona. Sus voces están muy presentes en la obra. Aparecen críticas reales que le habían hecho a Henry Miller. Aparecen textos que escibió Anaïs Nin. Pero esto no es un biopic. La primera dirección que les di a los actores fue: "Vale, estamos haciendo de estos tres individuos, pero ahora vamos a olvidarnos de sus nombres, porque podrían ser cualquiera y lo que importa es la historia que queremos contar". El reto y la virtud del texto es que lo que emerge es el alma de estas tres personas, más allá de sus máscaras o de lo que se diga de ellas en Wikipedia.

Estamos hablando de gente que vivió hace más de cien años. ¿Dirías que su historia sigue rompiendo tabús hoy en día?
Son personajes, sobre todo ellas, adelantados a su tiempo y me atrevería a decir que al nuestro. Hay rebeldía, hay empoderamiento femenino. Te puedo contestar a la pregunta desde mi experiencia. Yo me considero una persona libre. Vivo mi sexualidad con toda la libertad posible. También mis relaciones personales. Aún así, ha habido momentos en los que yo me he tenido que preguntar si como director estaba yendo demasiado lejos. 

¿Ha sido difícil dar con el tono de la obra? ¿Qué riesgos implica dirigir un texto como este?
Para mí, uno de los retos ha sido cómo mostrar al público esa sexualidad descarnada y bestia sin perder la elegancia. He reflexionado mucho sobre cómo llevar este texto al escenario, hasta que he tomado la decisión valiente de ser lo más honesto posible con la historia que estamos contando. La función, sin ser explícita, tiene momentos de alto voltaje sexual. Sitúa a los actores en espacios donde tienen que atreverse a hacer cosas que normalmente no harían. Imagínate si estamos lejos de vivir nuestra sexualidad con naturalidad que a la hora de montar la obra nosotros mismos, que estamos a favor del texto y de los personajes, nos hemos llegado a sentir incómodos. ¿Cómo no iba a ser así? Hemos tenido que esperar al 2019 para que triunfe un objeto como el 'satisfyer'. Parece que como sociedad estamos llegando 50 años tarde.

¿Cómo están siendo los ensayos?
Es un lugar común, pero yo siento que están siendo un sueño hecho realidad. Tengo a tres actores absolutamente entregados que confían en mí a ciegas. Trabajamos desde el respeto, el cariño, el apoyo. O lo hacíamos así o hubiera sido imposible llevarlo a cabo. Hemos pasado por varios procesos durante los ensayos. Primero, un análisis superexhaustivo de quiénes son estas personas y por qué hacen lo que hacen, las distintas maneras que tienen de relacionarse. Hemos trabajado muchísimo el cuerpo, a nivel físico y emocional. Para mí era muy importante que no ensayaran desde la tensión, así que hemos hecho ejercicios para destensar. También nos hemos permitido trabajar desde el desnudo físico y desde el desnudo emocional. Por aquí no puedes pasar de puntillas. Es una función de arremangarse hasta el hombro y meterse en el barro hasta hundierte.

¿Qué efectos tendrá 'Taxi girl' sobre el público?
Yo me voy preparando psicológicamente para esta cosa de que habrá gente a la que le guste y gente a la que no, pero en cualquier caso creo y espero haber construido una experiencia fuerte, un absoluto viaje, un espejo de interrogantes que todos compartimos. Los personajes podrían ser Henry Miller y Anaïs Nin o Javier Giner y Josep Lambies. ¿Qué más da? Para mí lo más importante es que el espectador se emocione, salga un poco cachondo y se formule preguntas que todavía no se había hecho.

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