La casa de Bernarda Alba
Montar 'La casa de Bernarda Alba' debe ser un deseo vertiginoso para cualquier director de teatro. Es una de esas obras que te ponen totalmente en el centro de la diana, para bien y para mal. Un poco te la juegas. Porque cuando una obra ha pasado al dominio universal de la cultura, es porque su autor y la obra ya se han ganado su lugar en el olimpo y todo el foco se dirige hacia el director. Porque del director depende que la decisión de volver a poner en escena un clásico tenga un sentido contemporáneo, no arqueológico. El montaje dirigido por Alfredo Sanzol tiene un halo contemporáneo en la concepción plástica, pero tira más hacia lo arqueológico en la cuestión interpretativa. Sin ser injustos, porque puede que la obra haya llegado un poco verde de ensayos al estreno, el potencial actoral que presenta el elenco no se refleja del todo en escena. Ana Wagener es un ciclón al que parece que desde dirección se le han parado los pies Coincidía ese estreno con la inminente entrega de los Premios Goya, donde dos de las actrices protagonistas estaban nominadas, ambas por su participación en la película '20.000 especies de abejas'. Ane Gabarain se llevó el cabezón, pero Patricia López Arnaiz no. Aunque cualquiera que haya visto la cinta de Estíbaliz Urresola y otros trabajos de estas actrices saben de lo que son capaces. Lo mismo sucede con Ana Wagener, un ciclón al que parece que desde dirección se le han parado los pies, como buscando una Bernarda más hacia dentro, menos expansiv