Autor: Eugène Ionesco. Director: Luis Luque. Intérpretes: Adriana Ozores, Fernando Tejero, Carmen Ruiz, Joaquín Climent, Javier Pereira y Helena Lanza
Ahora se oye mucho eso del absurdo en el teatro, o del teatro absurdo. Casi se aplica a cualquier cosa que se presenta deslavazada e inconsistente, sin filtro. Pero no siempre lo absurdo es teatral. Lo que históricamente conocemos como teatro del absurdo nació con Ionesco y nació con esta obra estrenada en 1950. Pero si se sigue representando 67 años después es porque es mucho más que un absurdo hecho teatro. Revela, como señala el director de este montaje, Luis Luque, “nuestro automatismo colectivo”. Puede que si nos paramos a mirar desde fuera, muchas de nuestras acciones cotidianas nos parezcan terriblemente absurdas, signo de una mecanicidad a veces perversa que nos pasa desapercibida. O peor, la percibimos y la ignoramos. Esta pequeña cadena/condena de absurdos exige que despertemos a la cantante para volver a desempolvar esa capacidad de mirarnos y reírnos, reírnos de los pequeños absurdos y del gran absurdo que es existir. Pero más absurdo es existir sin reír, ¿no?