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La madre de Frankenstein

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  • Crítica de Time Out
  1. La madre de Frankestein
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4 de 5 estrellas

Un acto de justicia y un placer teatral a través de la palabra de Almudena Grandes, encarnada por el gran elenco encabezado por Pablo Derqui y Blanca Portillo

Los regímenes autoritarios se sostienen –nos lo ha enseñado la Historia– sobre enormes paranoias creadas para mantener el poder y el control sobre la población. El franquismo en España es un ejemplo paradigmático, porque tuvieron 40 años para llevar a cabo uno de los lavados de cerebro colectivos más lacerantes del siglo XX, si no de todos los tiempos. Aquí el contubernio entre estamento militar, tejido empresarial e iglesia ultracatólica inventó un enemigo de la patria bajo la denominación genérica "los rojos" y dejó caer un manto de negrura sobre nuestro país tras forzar una guerra incivil que convirtió el día a día en un manicomio. La gestión de ese manicomio tenía que contar, forzosamente, con psiquiatras que dieran una pátina científica a los delirios fascistas y convirtieran lo normal en pecado y la enajenación en norma. 

Los amantes del teatro de toda la vida lo disfrutarán mucho. Y la figura de Almudena Grandes se agiganta

Si alguien, desde fuera, caía de pronto en ese país cerrado a cal y canto, su vivencia debía ser similar a la de llegar a un planeta desconocido donde todo carece de lógica. Eso es lo que le ocurre precisamente al protagonista de esta historia, Germán Velázquez (personaje inspirado en Carlos Castilla del Pino, que interpreta Pablo Derqui), un psiquiatra español que se fue a Suiza poco antes del estallido fratricida del 36 y vuelve 20 años después para hacerse cargo del manicomio de mujeres de Ciempozuelos. A él le parece una gran oportunidad, porque es una ocasión perfecta para implantar nuevas terapias y tratamientos revolucionarios, que pronto presentan resultados exitosos. Eso no puede ser, enseguida despierta las suspicacias de los que manejan el cotarro. Ha llegado un rojillo de Suiza que nos está revolviendo el gallinero, no podemos permitir que mejoren unas locas, mujeres encima. En todo caso primero debería tratarse a los internos del manicomio de hombres, dirigido por Vallejo Nájera, el 'Mengele' español.

Portaceli consigue una dirección ágil, convencional pero efectiva

Todo esto es el contexto histórico en el que Almudena Grandes ubica la historia de Aurora Rodríguez Carballeira (a la que da vida Blanca Portillo), una mujer eugenesista que mató a su hija de 18 años, en 1933, porque consideraba que se estaba apartando del camino que ella le había trazado. Tras cumplir dos años de prisión, vive recluida en Ciempozuelos. Del encuentro entre Aurora y Germán en los años 50, brota esta magnífica novela primero y la gran adaptación teatral que, pese a sus cuatro horas de duración, se sigue como se sigue un buen libro, zambullidos en una historia muy bien contada que además es una artefacto contra el olvido de la infamia. Teatralmente, Portaceli consigue una dirección ágil, convencional pero efectiva, combinando sin salidas de tono humor y drama, realidad y ficción, poesía y emoción, que deja en manos del estupendo elenco el paisaje humano en el que los nueve intérpretes tienen grandes momentos pero donde, por jerarquía narrativa, destaca el trío Macarena Sanz, Pablo Derqui y Blanca Portillo, con auténticas lecciones actorales. Los amantes del teatro de toda la vida lo disfrutarán mucho, sin duda. Y la figura de Almudena Grandes se agiganta.

Escrito por
Carlo Ferri

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