Miguel Noguera lleva años demostrando que no hay nada ni nadie que se le parezca, que su humor es tan genuino que no ha necesitado cambiar el concepto de su monólogo, sin dejar de renovarlo constantemente. Solo en escena, cada noche coge 20 o 30 ideas, ocurrencias, imágenes mentales, pensamientos y los va desgranando uno a uno según le place, acompañándose de sus propios dibujos y fotos hechas con el móvil, que suele proyectar para acompañar sus relatos. Él se apunta las cosas antes de salir a escena, y puede que a priori no tengan nada de cómicas, pero su alucinante mecanismo improvisatorio provoca divagaciones inesperadas que lo mismo suenan a telepredicador que a estudiante adolescente que se habla al cuello. Eso sí, siempre comienza con un breve canto improvisado, cuyo contenido e incidencia comenta inmediatamente después de cantarlo, y termina con la lectura de un texto autorreferente a modo de despedida.
El monólogo es tan antiguo como el teatro, es casi el origen del teatro, la esencia que representaron esas personas que se paraban en cualquier lugar a contar cosas, como verdaderos hombres y mujeres orquesta, arremolinando gente alrededor para estimular su imaginación, su conocimiento o su risa. Género infinito, ha usado siempre el humor para atraer la atención y conservar en la memoria relatos a veces elevados y a veces populares, y la modalidad del stand up ha llevado en las últimas décadas esta modalidad escénica a cotas de irreverencia e ingenio que la ha hecho muy célebre. Hoy es una de las opciones de ocio preferidas por gente de toda edad y condición. Aquí os damos unas cuantas
recomendaciones, mezclando el puro monólogo de humor con otros espectáculos cómicos
de formatos y temáticas variadas y obras unipersonales de esencia teatral.
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