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Ricardo III

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Ricardo III
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Nos creemos, ombliguistas del s. XXI, que la corrupción, las cloacas del Estado y la psicopatía del poderoso son fenómenos contemporáneos. Menos mal que viene Shakespeare y nos recuerda que somos mucho menos nuevos de lo que nos creemos.

Así lo han sabido ver Miguel del Arco y Antonio Rojano, en esta su primera colaboración como dramaturgos, salpicando la historia original de 'Ricardo III' con referencias a las fake news orquestadas desde el Gobierno, la exhumación de Franco y las muertes oportunas en circunstancias poco concretas. Pero en esencia no asistimos a algo distinto a la obra de Shakespeare, hasta que el espectáculo culmina con la célebre "Mi reino por un caballo".

Que Israel Elejalde es una bestia parda lo sabe cualquiera que le haya visto en directo: más que hablar sobre él, hay que acercarse a verle. El elenco es compacto, su trabajo tanto coral como individual es de gran solidez. La propuesta escénica de Miguel del Arco es muy eficaz: hay mucho pensamiento puesto en la sencillez de recursos mientras se mantiene la espectacularidad con la pantalla del fondo, el uso reiterado del patio de butacas y una iluminación resolutiva y envolvente.

Quizá costó un poco el final, menos apoteósico de lo que la gran trama de corrupción e ignominia que despliega Ricardo III se merece. En cuanto a las referencias contemporáneas, en algunos momentos eran asombrosamente pertinentes (insisto en lo de asombroso, porque da un poco de miedo que así sea), y en otras parecían el fruto de una gamberrada. Ahora toca confrontarlas con el público, a ver cuáles resisten.

Eso sí, no hay amante del teatro que pase por Madrid que deba perdérsela: es, sin lugar a dudas, uno de los grandes estrenos de la temporada.

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