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Vania x Vania

  • Teatro
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
  1. Vania x Vania
    Vanessa RábadeVania x Vania
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  3. Vania x Vania
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Apuesta a doble o nada de Pablo Remón, que juega a su antojo con el clásico de Chéjov, ofreciendo dos montajes con el mismo elenco en dos escenarios distintos

El teatro de Chéjov tiene la virtud de hablarle a cada época de tú a tú, muestra de la genialidad del autor ruso, que supo leer como nadie ese momento –finales del siglo XIX– en el que hombres y mujeres del mundo occidental, blanco y burgués se empezaban a poder mirar a sí mismos y preocuparse por sus estados de ánimo. Chéjov nos enseña con su teatro el caudal humano que discurre tranquilo por la superficie y, en paralelo, las abruptas corrientes subterráneas que son las que verdaderamente alteran los elementos constituyentes de la vida en común. Es eso a lo que los teatreros llaman subtexto. 

Dos veces nos deja con la impresión de haber convertido el subtexto en parodia

Por ejemplo, en este tiempo nuestro, la mayoría de las personas adultas trabajan y disfrutan de su tiempo libre como pueden, todo parece estar bien en un mundo hipotecado, donde los jóvenes se aburren o se matan a currar para invertir en un futuro incierto, donde la salud mental de mucha gente es el elefante en la habitación que nadie se atreve a mirar mientras haya pastillas para los dolores, para la ansiedad o para conciliar el sueño que nos han alterado las pantallas y las adicciones. Mientras podamos comprar ropa deportiva y salir a correr como si no hubiera un mañana... Es tan cómico como dramático, tan risible como trágico. Pues así es también esta obra doble de Remón, un artefacto extraño que hace dos veces lo mismo y dos veces nos deja con la impresión de haber convertido el subtexto en parodia para tragar el drama como quien traga un ibuprofeno con un trago de vodka. 

Si no hubiéramos visto a cada uno de los seis actores y actrices brillar en otros montajes en todo tipo de papeles, pensaríamos que no son capaces de escapar a un cierto registro humorístico que tiene el ritmo y los dejes de la sitcom, con lo que esto claramente es una decisión de dirección que gustará más o menos según el espectador. A mí no me gustó demasiado, admirando como admiro a todos y todas ellas. Javier Cámara es un Vania desbordante, bien pespunteado por Elejalde. Marta Nieto y Marina Salas están más encorsetadas. Manuela Paso y Codina tiran de oficio, ella más convincente, él saturado de tics.

Un sello remoniano que no aporta gran cosa nueva al referente chejoviano

La primera tentativa sobre 'Tío Vania' es desnuda, actores y sillas, puro espacio vacío, y algunas intervenciones del director en el texto para actualizarlo. Uno se acuerda de los trabajos que en este sentido ha hecho el argentino Daniel Veronese con varias obras de Chéjov. Las comparaciones son odiosas, y más aquí que Remón sale claramente perdiendo. La segunda tentativa está más vestida escenográficamente y desdobla lo que ya estaba desdoblado –muñecas rusas, con perdón–, con una casa que tendría que hacernos pensar en Rusia y otra que nos lleva a la Castilla de veranos tórridos y fiestas populares, un cruce que no termina de estar justificado si no es por ser el espacio simbólico en el que se ambientan otras varias obras de Remón como '40 años de paz', 'Los mariachis' o 'Doña Rosita anotada'. Y luego, un poco más de intervención en el texto para dejar un sello remoniano que no aporta gran cosa nueva al referente chejoviano. 

El teatro se está llenando cada tarde y hay aplausos y bravos y muchos espectadores en pie

Total, que uno termina pensando que qué sentido tiene hacer dos Vanias prácticamente iguales –uno con escenografía y otro sin– y por qué un teatro público acepta el envite. Bueno, esto último está bien, hay que dar espacio a los artistas también para que se equivoquen. Y, para ser justos, el teatro se está llenando cada tarde y hay aplausos y bravos y muchos espectadores en pie. Algo se habrá hecho bien.

Escrito por
Carlo Ferri

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