Una cosa es ser incoherente y otra cosa es lo de Rousseau: el responsable de la idealización de la lactancia materna, el filósofo de la educación, tuvo cinco hijos con una costurera, a la que convenció para que los abandonara, uno tras otro, en un orfanato. Voltaire, su declarado enemigo, hizo pública su inhumanidad poco después de la publicación de 'Emilio'. Rousseau respondió: "¿Cómo podría tener la tranquilidad mental necesaria para mi trabajo con el ruido de los chicos? [...]. Sé muy bien que ningún padre es más tierno que lo que yo hubiera sido".
Este es el punto de partida de 'Voltaire/Rousseau': este último entra en casa del primero con el pasquín en la mano, preguntando quién puede ser ese escritor anónimo que le ha 'calumniado'. La excusa es perfecta para colocar a dos personajes míticos en conflicto, de manera que no será solo el problema de los hijos el que hablen, sino de política, clases sociales, distribución de la riqueza... En fin, lo de toda la vida, pero con peluca blanca y hospicios como telón de fondo.
La conversación lo es todo en esta función. Ni un segundo de espacio sonoro, un único cambio de iluminación, una escenografía estática... Flotats, que también dirige, se la ha jugado al texto y a los actores y nada adorna ni siquiera la subida del telón. La apuesta es delicada y posiblemente cada noche el resultado sea muy distinto. Lo que a mí me tocó ver fue una disputa intelectual apasionada, vibrante, llena de vida y actualidad, que contrastaba con cierta falta de humanidad cuando se hablaba de la aberración de Rousseau. Para una jugada de estas características, la duración de la obra puede resultar excesiva.
La auténtica delicia de la función es escuchar un lenguaje elevado y complejo, razonamientos sofisticados y llenos de grises, algo que no es tan habitual. Recomiendo la lectura previa del texto de Jean-François Prévand para disfrutar de la función.
Dirección: Josep Maria Flotats. Texto: Jean-François Prévand. Reparto: Josep Maria Flotats y Pere Ponce.