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Mito, leyenda, estrella del rock… pero también visionario, revolucionario. David Bowie era un de esas personas que vivió su vida a su manera, que diría Sinatra, sin pensar nunca en el qué dirán, deleitándose con los placeres de la vida, de las mujeres, los hombres, el alcohol, las drogas, el sexo, en definitiva, de todo lo que le apetecía, en el momento en el que lo sentía. ¿Quién no querría vivir así? Más allá de los corsés sociales, de la corrección política, incluso a veces del sentido común.
Hoy conocíamos la noticia de su fallecimiento. A los 69 años, y tras una dura lucha de 18 meses, el cáncer reclamaba esta extraordinaria vida:
January 10 2016 - David Bowie died peacefully today surrounded by his family after a courageous 18 month battle... https://t.co/ENRSiT43Zy
— David Bowie Official (@DavidBowieReal) enero 11, 2016
‘Space Oddity’, ‘Heroes’, ‘Ziggy Stardust’, ‘Let’s Dance’, ‘Starman’… la lista de grandes éxitos de Bowie es interminable, y su pasión por la música le acompañó prácticamente hasta el día de su muerte. Su último disco, ‘Blackstar’, una mezcla de música experimental y jazz que ya había sido alabado por la crítica, salió al mercado hace tres días con un tenebroso single de presentación:
Hacía tiempo que se había retirado de los escenarios (el Primavera Sound llevaba años tras él) y llevaba una vida lejos de los focos en Manhattan junto a su segunda mujer, la modelo Imán. Lejos quedaban los días en los que David Robert Jones jugaba con su bisexualidad, coqueteaba con la cocaína en EEUU, descubría la música más experimental en Berlín e interpretaba al rey de los goblins en la película ‘Dentro del laberinto’. Era una de esas personas únicas de su generación, una estrella que hoy tristemente se apaga. Un icono no solo para la música, sino también para el arte y la moda. Un héroe, al fin y al cabo.
