Caminamos por la calle Toledo, dejando a nuestra espalda la plaza Mayor. En pleno corazón del barrio de la Latina, a la altura de la Cava Alta, giramos a la izquierda para encontrar el exterior, todo azul, del restaurante Toguita. Esta es la segunda sede de un recorrido iniciado en su establecimiento “hermano mayor”, Toga, que se encuentra muy próximo, a unos cinco minutos andando y que, ante el éxito de público, ha dado en expandirse para continuar creciendo.
Al entrar, tanto en la barra como en la sala, la madera tiene un protagonismo principal, solo compartido con el suelo de damero blanco y negro. Las mesas se alternan pegadas ambos lados, contra las paredes, dejando un pasillo de paso central que desemboca, a un lado, en un ventanal desde el que observar el ir y venir del barrio, y que deja pasar luz natural y, a otro, en la cocina. En Toguita la carta mezcla referencias asiáticas y latinoamericanas sin encasillarse en una sola gastronomía, aportando toques propios y reinterpretaciones a elaboraciones de referencia. Así, su propuesta, pensada para compartir, aunque no siempre en pequeños bocados, se resume en una compilación de platos con orígenes distintos que conviven en una carta sin categorizar. Sin diferencias entre ellos, sin entrantes ni principales, esto permite que, en una única visita, se puedan probar un plato de setas, una ensalada de algas, un ceviche, un tiradito o un bao, orecchiette, picaña argentina, presa ibérica o pollo rebozado picante. Aquí la brújula culinaria apunta en diferentes direcciones y es el comensal quien decide cómo quiere combinarlas.
A la mesa, el mantel es desechable y las servilletas de papel. El ambiente, relajado e informal, casa bien con la estética del local y con su ubicación. Los tiempos de atención y entre platos son correctos, con un servicio atento y preparado, pero informal. De hecho, el uniforme del personal de sala incluye camisetas de manga corta estampadas con el plato viral de Toga, que también se ofrece en Toguita: los noodles con mayonesa de kimchi y atún rojo crudo. A pesar de que el plato está rico y la mezcla resulta cremosa, no me pareció el mejor entre los que probé –a pesar de la fama que le precede– y continuaría probando nuevos bocados de su oferta antes de repetirlo.
Adicionalmente, el restaurante cuenta con platos fuera de carta, que varían, y cuyos precios se indican al momento. Entre ellos, las croquetas de pisto o el bao de shoft sell crab (cangrejo de cáscara blanda) con mayonesa de cilantro que, de ser un fijo en la oferta, sería mi bocado de apertura en cada visita.
Para beber es remarcable la posibilidad de pedir vinos y cavas por copas, opción que resulta interesante, especialmente cuando hay discrepancia de preferencias o gustos entre quienes comparten la mesa. Y si apetece, para maridar con la comida o para cerrar con el postre –que cuenta con tres opciones en carta–, Toguita también ofrece varios tragos de coctelería clásica.