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Francesc Todó. Una música de cambra

  • Arte
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

'Flores, postal y antiinflamatorio próximo' (1983) es un buen ejemplo de la pintura de Francesc Todó (Tortosa, 1922 - 2016). Se trata de una naturaleza muerta cercana a la figuración pero tiranizada por una sutil, insoslayable geometría. La luz, intensa, congela en el tiempo la composición. Nada de drama, sólo ritmo visual.
Y es que Todó encarna una corriente del arte catalán casi invisible: el de los artistas de cámara, entre Chardin y Proust, cartesianos de espíritu lacónico, inasequibles al ruidoso vértigo multimedia. Cierra la santísima trinidad de "catalanes tranquilos" compuesta por Xavier Valls y Lluís Marsans.
Por ejemplo, en 'Casas del Mediterráneo' (2001), Todó alude a los cézanianos tejados de 'L'Estaque' (1886) y a su reinterpretación picassiana en 'Horta de Ebro' (1909).
El comisario de la muestra, el poeta Àlex Susanna, ha estructurado un recorrido cronológico por la obra de Todó: desde las primigenias máquinas y encuentros de herramientas con las que disfrutó de un primer reconocimiento a lo largo de la década de 1960, hasta las últimas composiciones de interiores, ejecutadas en 2014, justo antes de "cerrar la parada" en palabras del propio pintor.
Por el camino, una serie de intuiciones que nos revelan a Todó como precursor del pensamiento posmoderno: los referentes al cubismo sintético picassiano de 1912, el vaciamiento conceptual en paralelo a la congelación del espacio mediante una luz que todo lo allana, o incluso el recurso explícito al padre de la modernidad pictórica, Cézanne, según el cual un cuadro se tenía que estructurar de acuerdo con su propia lógica interna... o sea, una 'DUI' en toda regla a la realidad.

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