Time Out en tu buzón de entrada

Buscar

L’art de col·leccionar: Col·lecció de Ventura Garcés

  • Arte
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Publicidad

Time Out dice

4 de 5 estrellas

Me encantan las exposiciones pequeñas, casi íntimas. Y esta es un caso. Una elección de ocho obras de una colección de más de 500. Es la colección que formó el abogado Ventura Garcés (Barcelona, ​​1930 a 2008), hijo del también abogado y poeta Tomás Garcés. Y lo acoge en un rincón bañado de luz natural del espacio Can Framis, sede de la colección Vila Casas. Me encanta no pasar más de media hora rodeado de unas pocas, buenas obras, y dedicarles toda mi atención. Sin nucas, casi en monástica soledad, como si lo que estoy presenciando fuera mío. Y, en cierto modo, así es.
El caso Ventura Garcés me llena de nostalgia. Nostalgia de una clase media-alta muy ilustrada que compraba arte de manera casi compulsiva. Que se guiaba por su propio gusto estético, que evolucionaba y que, cuando compraba, no lo hacía como inversión. Gente valiente que, ¡hay que tenerlo muy en cuenta!, compraba en la galería. O sea, no iba directamente al artista para ahorrarse un dinerito. Y colgaban casi todo lo que tenían, en casa y el negocio. Pero que no hacían ostentación de su tesoro. Gente que cuando viajaba a otras ciudades, por trabajo, destinaba un rato a visitar galerías. Gente abierta que reservaba los sábados por la mañana para visitar exposiciones... hasta que los galeristas decidieron que eso de abrir en sábado hacía pequeñoburgués.
La elección mínima que ha realizado Daniel Giralt-Miracle de la colección Ventura Garcés es magistral. Hay un Joan Ponç -tal vez el artista más presente en la colección- que nos demuestra que este tipo, por mucho que lo conozcamos y la exponemos, no lo tendremos nunca suficientemente valorado. Un Tàpies de 1988, pulcro y de dimensiones generosas. Un Guinovart más que monumental, diría que escenográfico, hasta el punto de que al espectador le entran ganas de arrancar a cantar delante de él. Un Miguel Ángel Campano si fuera posible más monumental, muy lejano de sus experimentos constructivistas, pero siempre dispuesto a un diálogo pictórico que no olvida Guston o Marden. Una instalación de Plensa, del 1995, de cuando Plensa arriesgaba porque tenía menos que perder. Una pintura de Julian Schnabel realizada más o menos cuando a su exposición en la Fundación Miró, en 1993. Y dos deliciosas esculturitas, frágiles hasta el paroxismo, de Antoni Llena. Entrad. Inspirad. Expirad. Y salid. Fácil, ¿verdad?

Detalles

Dirección
Precio
5 €. Reducida: 2 €
Publicidad
También te gustará
También te gustará