La obra de Marria Pratts opera como un diario personal. En los lienzos juntos de fantasmas, smileys y garabatos de color rosa, la pintora desgrana las experiencias que le han marcado como artista y como persona. La exposición que le ha dedicado la Galería Mayoral se vertebra a través de dos momentos vitales: la muerte de su madre, cuando el artista era todavía una criatura, y el nacimiento de su hijo.
Inspirada en una estancia de dos meses en Son Negre, en Mallorca, que coincidieron con la llegada de su hijo al mundo, el artista transforma impresiones, dibujos y observaciones sobre el entorno natural en una serie de pinturas de gran formato. En la exposición también hay soportes más pequeños y una pieza experimental filmada por su madre en los años ochenta, que convierten la muestra en un espacio en el que el arte religa el pasado y el futuro con un punto de vista esperanzador.
No deje que la estética aparentemente rompedora le engañe: sí, Pratts innova en la técnica, pero es heredera de la pintura de Tàpies y Miró. Y los temas que pinta son universales: la muerte, el nacimiento y el amor están en el centro de su obra, que es capaz de sacudirnos desde la potencia y el impacto, pero también desde la ternura y la sensibilidad.