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Velázquez y el siglo de oro

  • Arte
  • 5 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
'El príncipe Baltasar Carlos, a caballo'. © Velázquez. Museu del Prado
Velázquez. Museu del Prado
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5 de 5 estrellas

Cuesta de imaginar el transcurso de la pintura sin la existencia de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660). Maestro de maestros. Venerado por los grandes artistas, su influencia traspasa siglos y fronteras. Prueba son, por ejemplo, las diversas versiones de 'Las Meninas', uno de sus cuadros más emblemáticos, que Dalí y Picasso se empeñan en interpretar una y otra; también la perturbadora serie que Francis Bacon creó a partir del retrato del papa Inocencio X; o la famosa sentencia de Manet después de visitar Madrid: "Velázquez es el pintor de los pintores. No me ha sorprendido, me ha extasiado", con la que lo reivindica como referente de los impresionistas.

Velázquez inicia su carrera en Sevilla, una de las ciudades más cosmopolitas de la Península Ibérica de la época. Con 24 años se traslada a Madrid y hasta su muerte trabaja como pintor de la corte de Felipe IV, uno de los principales coleccionistas de su tiempo. Durante estos años, pinta retratos del rey y de su familia, así como otras composiciones -paisajes, escenas mitológicas o religiosas para decorar las estancias y palacios. Tiene acceso a las colecciones reales, con pinturas de artistas flamencos, y viaja a Italia, donde descubre las obras de arte de la antigüedad, el Renacimiento italiano y algunos de los creadores europeos más interesantes del momento.

El pintor barroco es uno de los símbolos del Museo del Prado, que tiene una política restrictiva en cuanto a préstamos: sólo puede haber siete obras del artista fuera de la pinacoteca a la vez y, de manera excepcional, están ahora en Barcelona. Siete pinturas que sirven como referencia para ordenar temáticamente esta exposición única en la ciudad que propone mirar y leer la obra de Velázquez en un contexto amplio, más allá del tradicional discurso de las escuelas nacionales. A partir de un montaje exquisito, se crean vinculaciones, resaltando los intereses estilísticos comunes, entre una cincuentena de pinturas esenciales de algunos de sus coetáneos, como Ribera, Rubens, Zurbarán o Van Dyck. Todo un festín!

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