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Carmen Amaya 1963. Fotografías de Colita i Julio Ubiña

  • Museos e instituciones, Arte y diseño
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

4 de 5 estrellas

Carmen Amaya ha sido una de las artistas más grandes que ha dado Cataluña. El problema es que la 'performance' es difícil de trasladar en el tiempo, al contrario que la pintura, y de Carmen Amaya nos quedan tan sólo fotografías y algunas filmaciones, entre las cuales la grandísima película 'Los Tarantos', de Rovira Beleta (1963), rodada el año mismo de la muerte del artista. Colita y Julio Ubiña retrataron Carmen Amaya en los últimos años de su vida, unas fotografías en un blanco y negro potentísimo que van del homenaje que le rindió el Palau de la Música en 1959 en el entierro del artista en Begur, en 1963.

Olvidamos a menudo que el flamenco es un arte también catalán. Carmen Amaya nació en las barracas del Somorrostro, pura miseria erradicada con las últimas evoluciones urbanísticas de esta prodigiosa ciudad. Ya en 1929 bailaba delante de Alfonso XIII con motivo de la Exposición Internacional: "¡Va por uzté, señó Rey!". Y en 1936 se iba, con la 'troupe' familiar, en Buenos Aires, evitando la conflagración fratricida. En América Latina triunfó. En 1941 un empresario la contrató para actuar en Estados Unidos, pero fue deportada al no saber leer ni escribir. Aprendió en Cuba, y después regresó. Llenó el Carnegie Hall y el Radio City. Como no le gustaba la cocina yanqui, asó sardinas en la suite imperial del Waldorf usando los somieres de parrilla y convirtiendo el mobiliario en leña. El presidente Roosevelt la invitó a Washington y le regaló una chaqueta con diamantes incrustados. Al salir de la Casa Blanca rasgó la chaqueta y repartió las joyas con el grupo. Vivió bastantes años en Hollywood, donde era admirada.

En 1947 volvía a Europa, para triunfar en París, Londres, y Barcelona. De pequeña, Carmen Amaya ya padecía una enfermedad del riñón. Bailar la salvó, expulsando las toxinas que su órgano no conseguía eliminar. En 1963, sin embargo, su cuerpo dirá basta: será necesario parar el rodaje de 'Los Tarantos' durante una semana y, justo antes de morir en su cortijo de Begur, actuará en beneficio del castillo del pueblo. En la exposición de La Virreina no veremos casi nada de todo lo que he explicado, pero se respira. Entre el reportaje y el retrato, el éxtasis báquico de Carmen Amaya dándolo todo en el escenario de la vida, captado por Colita y Ubiña. Y como complemento, unos fragmentos proyectados en el muro del 'Romeo y Julieta' arrabalero que es 'Los Tarantos': Carmen Amaya, al entender que el amor de los jóvenes es superior al odio entre las dos familias enfrentadas, baila. ¡Y qué grande!

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