Si buscas la palabra 'canalla' en la Enciclopedia Oculta Catalana, encontrarás la foto del Prize, un reducto de autenticidad donde se puede masticar la esencia de Sant Antoni antes de que fuera invadido por la marabunta 'hipster'. Ahora que el barrio presenta la poblacion más numerosa de barbas y gafas de pasta por metro cuadrado de Barcelona, este agujero sombrío resulta más necesario que nunca, ya que nos recuerda tiempos en que los bares de la zona no eran muestrarios de muebles escandinavos, sino bares de verdad, lugares apretados, con rock a toda hostia, 'birra' barata, pequeños conciertos en directo y actitud, mucha actitud.
Ladrillos envejecidos de grafito. Un muñeco gigante de la Pantera Rosa encerrado en una extraña urna de madera y vidrio. Cintas de casete de Scorpions, Ketama, Bob Marley y Kortatu en la pared. Relojes de todo tipo. Por todas partes. Una colección de coches en miniatura. ¡Un piano! Los alrededores de la barra del Prize son una demostración entrañable de horror vacui estilo no te fijes. La atmósfera tiene un regusto a quinto, rockabilly y asfalto que encaja perfectamente con el interiorismo de guerrilla.
El Prize vive en los antípodas de las tendencias y los 'hypes', es el marco ideal para escuchar música que va directa a la encía. Si quieres, los miércoles a partir de las 20 h, ofrecen 'jam sessions' de blues en directo. Sólo tendrás que recorrer la barra, adentrárte en el hormigón y agradecer a Dios o a Jerry Lee Lewis –al gusto– que aún existan refugios nucleares tan jodidamente incorruptibles. El 'boss' de San Antoni.