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4 gags de Gila que nos hacen saltar las lágrimas

María José Gómez
Escrito por
María José Gómez
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Para arrancarnos carcajadas, Miguel Gila utilizó tres cosas: un escenario, un teléfono y talento a discreción. No pasó a la historia por una producción prolífica, pero nos dejó unos monólogos geniales que acabaron formando parte de nuestro imaginario colectivo. Madrileño de nacimiento, vivió entre los años 1968 y 1985 en Argentina, para acabar instalándose en Barcelona, donde falleció un 13 de julio de hace 15 años. Si queréis hacer una visita al maestro, acercaos al cementerio de les Corts.

Dedicamos nuestro particular homenaje a Gila recordando los cuatro gags que nos siguen provocando ataques descontrolados de risa.

¡Que sea la última vez que naces solo!
Gila era tan bueno que se esperó a nacer en primavera porque sus padres no le habían comprado el abrigo en invierno. Y claro, tanto se hizo esperar que cuando nació no había nadie en casa... Ese fue solo el principio de una vida rocambolesca por la que también pasaron señores de marrón, marqueses, vacas que se llaman Matilda e incluso Sherlock Holmes. Puro delirio.

¡Que me hago pipí! En Holanda, señora...
"Se bajó las bragas en Bélgica. Y llegó justito, justito...". Pocas veces se ha resumido mejor el estrés que supone viajar en un tour (pronúnciese 'tur') organizado. Si no habéis estado en Venecia, tampoco os perdéis gran cosa. Según el humorista: "Es como 'Cañas y barro', pero en fino".  "Y Grecia, pues oye, sí, está... No se puede decir que no está. Pero, ¿cómo está?", se preguntaba Gila. Un visionario.

¿Está el enemigo? Que se ponga...
En la guerra de Gila se paran los combates cuando pasa una viejecita, se pactan los ataques con el enemigo para no tener que madrugar, se compran agujeros de cañón sueltos y se mata con insultos (bueno, no matan, pero desmoralizan)... Y las conversaciones se despiden con un 'Que usted lo mate bien'.  Todo el absurdo de la guerra condensado en una retahíla de chistes para morirse de risa.

Parece que pica un poco... ¡Fueron sus últimas palabras!

Uno de los monólogos más divertidos y cafres del humorista es el dedicado a las 'bromas' que unos pueblerinos se hacen entre ellos. Hay muertos por cabezazos, electrocutados, envenenados, decapitados... Pero qué risas. Como dice el maestro: "¡Si no sabe aguantar una broma, váyase del pueblo!".

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