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Correos: un infierno cotidiano

Escrito por
Òscar Broc
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Dani fue hace unos días en una oficina de Correos para un trámite sin importancia: gestionar el voto por correo. Iba tranquilo, tenía un buen día, pero en cuestión de 25 minutos entró en una pesadilla de desesperación y rabia provocada por la lentitud y la parsimonia de los trabajadores: 50 personas en la cola, cuatro mesas para atender y sólo un funcionario hacía su trabajo... Los otros tres comentaban Juego de Tronos.

Miguel fue a recoger un paquete importante a una oficina de Correos. Nada del otro mundo. Sabía que habría gente, iba provisto de paciencia, positividad. Era un martes soleado y fantástico. Tres cuartos de hora después, Miguel era una bestia enfurecida. Su estado de Facebook escupía bilis y sangre.

No es fácil mantener las formas cuando tras una eternidad ves que aquello no avanza. Y se acumula gente y más gente. Y los funcionarios se mueven a paso de tortuga, desaparecen de repente, dejan mesas vacías o aprovechan para hablar de forma distendida con sus compañeros. Y todo ante la mirada inyectada en sangre de los usuarios. Como si no pasara nada.

Os podría hablar de mis experiencias traumáticas en Correos, pero necesitaría tres columnas de este blog para resumirlas. Tengo cada vez más claro que entre los funcionarios de Correos y los contribuyentes que les pagamos el sueldo hay un abismo cada vez mayor. Hemos llegado a un punto que las esperas exageradas, la cámara lenta y la desconsideración más absoluta hacia el cliente son el peaje a pagar si se te ocurre la idea suicida de ir a Correos. Es lo que hay, y si no te gusta, no compres en Amazon. Seguro que todos reconoceréis los síntomas. La gente se acumula, el número te quema en la mano, 35 personas delante, el aire acondicionado no funciona, te puedes pasar media mañana para recoger un sobre certificado: las oficinas de Correos se han convertido en fábricas de gente puteada. Da igual que entres con todo el optimismo del mundo, casi siempre saldrás sacando espumarajos por la boca. Lloroso. Acabado. 

Cuando se agria la paciencia y la educación del cliente desesperado, a veces parece que los funcionarios, en vez de aliviar los trámites y suavizar los ánimos, prefieren plantear un tour de force al resto de la humanidad. A veces, parece que estamos a ambos lados de una trinchera, en una guerra absurda. Es agotador. Supongo que por eso, siempre me he preguntado qué hacen los funcionarios de Correos cuando tienen que recoger un paquete o un sobre certificado. ¿Tienen que ir también a las oficinas de Correos a hacer colas angustiosas? ¿Tienen que sufrir también este infierno cotidiano? Quiero pensar que sí, que en este mundo donde todo funciona mal,al menos hay algo de justicia.

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