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Cuando cambiar el sistema empieza por cambiar las reglas del sexo

Escrito por
Mónica Boixeda
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Somos sexo, no lo podemos negar. Entendiendo ‘sexo’ en el sentido más amplio del término: amor, complicidad, amistad, tabú, reproducción, placer... pilares básicos que, en definitiva, determinan en gran medida quién somos y cómo entendemos el mundo. Todo nuestro sistema de valores y de ideologías se articula, conscientemente o inconscientemente, alrededor de nuestra condición sexual como mamíferos. Una condición que nos convierte en seres vulnerables y, evidentemente, fáciles de  manipular. ¿Pensábamos que el dinero mueve el mundo? No, señores, primero va el sexo. El sexo nos estructura como sociedad civilizada y una vez tenemos esto resuelto, ala, a ganar dinero.

De aquí que cuando Anna Gabriel declara públicamente que deberíamos tener hijos en comunidad y romper el sagrado núcleo familiar 1+1, estalle el escándalo. Si todavía nos ruborizamos cuando alguien se atreve a decir ‘caca-culo-pedo-pis’ en público, cómo no va a sacarnos los colores y despertarnos el angelito de la decencia una propuesta tan atrevida.

Yo creo que lo que ha caído peor es que Anna utilizara la palabra ‘tribu’. ¿Qué insinúa? ¿Que somos indígenas o qué? ¿Cómo se atreve a compararnos con ellos ni por un segundo? ¿No ha visto que nosotros tenemos Iphones y llevamos ropa cosida?

Y mira qué casualidad. Resulta que el mismo día que nos llegan estas declaraciones de Gabriel, Samanta Villar, famosa por sus ‘21 días haciendo lo que sea’, también trata en su programa este tema tan polémico y tan de moda: el poliamor.

El poliamor se define como una nueva forma de amar. Relaciones amorosas y (no necesariamente) sexuales simultáneas entre más de dos personas, con consentimiento explícito de todas las partes. Es decir compartir y repartir y, en cierto modo, perder la exclusividad.

Es curioso que, mientras las agencias de marketing se rompen los cuernos para elaborar campañas que nos hagan sentir únicos, con mensajes personalizados y ofertas adaptadas a nuestro perfil, resulta que en la cama podemos ser uno más, desaparecer en medio de un océano de orgasmos anónimos y sudores compartidos.

Transparencia y confianza son, o deberían ser, los ingredientes clave para que esto de quererse en grupo funcione. ¿Pero seguro que sabemos hacerlo? ¿Estamos preparados para dejar de escondernos? ¿Las empresas dedicadas a los encuentros furtivos de amantes secretos ya lo saben? Si todos podemos amarnos colectivamente, sin ocultar nada, ¡se les acaba el negocio!

En una época en la que es tan fácil ser infiel, ¿para qué tendríamos que 'legalizarlo'? ¿Para qué quitarle todo el morbo al recurso estrella que revive la llama de parejas en crisis? Porque, para bien o para mal, la infidelidad ha constituido históricamente una poderosa herramienta de limpieza para muchas relaciones. Si abrimos las puertas al consentimiento, si desatamos las correas que nos impiden follar como animales indiscriminadamente, ¿qué nos queda? Sin el tabú, sin el morbo, sin el pecado…

La imagen mental que nos sugiere el poliamor, de entrada, es básicamente caótica: niños corriendo por la calle sin una madre atenta que les salve de meterse una de esas hostias necesarias, hombres y mujeres seduciéndose mútuamente sin filtros ni remordimientos, peleas de pareja que se multiplican, etc. Qué miedo. ¿Padres haciéndose cargo de hijos que no son suyos? ¡Las reuniones del AMPA se convertirían en un cachondeo!

Desde mi punto de vista, el conflicto a resolver va más allá de la conciliación familiar: se trata de conciliar lo que somos como especie con lo que pretendemos ser como sociedad.

La realidad es que somos seres complejos, con un abanico de exigencias particulares difícil de someter a las posibilidades de un solo compañero o compañera. La premisa es que estamos hechos para amarlo todo y no veo por qué esto nos debería asustar. La propuesta del poliamor, de por sí, no es violenta, más bien todo lo contrario, pero no sé si hemos madurado lo suficiente como sociedad como para entender que abrir los límites no implica abrir más las piernas y que la palabra 'familia' poco a poco nos irá sorprendiendo con nuevos significados.

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