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La (futura) compañía nacional de danza

Escrito por
Andreu Gomila
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La elección de Àngels Margarit como sucesora de Francesc Casadesús al frente del Mercat de les Flors pone sobre la mesa un eterno debate, recurrente desde hace décadas: la necesidad de una compañía nacional de danza. O, al menos, de una compañía pública de ámbito catalán y/o barcelonés que recoja las sinergias creadas en el mundo de la danza, que en los últimos 30 años ha parido grandes coreógrafos y bailarines que han tenido, siempre, que buscarse la vida allende los Pirineos  para sobrevivir. Artistas que tienen un nombre fuera, que hacen giras y trabajan de coreógrafos invitados en grandes compañías públicas de otros países y ciudades.

La inexistencia de la compañía pública es, realmente, una anomalía. ¿Por qué tenemos dos orquestas públicas –la OBC y la del Liceu– y no ningún cuerpo de baile?, me pregunto. En los 80, por ejemplo, teníamos la del Liceo y el Ballet Contemporáneo de Barcelona que, si bien no era público, disfrutó de un fuerte apoyo institucional que hizo posible su profesionalización y atravesar fronteras. Con el estallido creativo de la danza de los 80 y primeros de los 90, sin embargo, siempre ha estado sobre la mesa no sólo el levantamiento de un espacio dedicado a este arte escénico –como el Mercat de les Flors, que hace más de una década que existe–, sino la emergencia de un cuerpo estable de bailarines, con los mejores artistas, que represente al país o Barcelona en todas partes, así como hace la Compañía Nacional de Danza española, el Ballet de Flandes, la ROSAS de Bruselas, la Tanztheater Wuppertal, etc., etc.

La fundación de la compañía ha estado más o menos sobre la mesa de todos los consellers de Cultura. Y nunca se le ha hecho mucho caso, aunque ha habido presiones y por momentos pareció que le harían el encargo a Cesc Gelabert, luego a Sol Picó, a Àngels Margarit, hubo el caso Ángel Corella... Pero nadie ha tenido el coraje de elegir y todo acabó en agua de borrajas, promesas, conversaciones de bar. Nada más. Y han pasado los años, los mejores bailarines han hecho carrera en Alemania o Israel, el mismo Gelabert ha tenido que deshacer su compañía, ha surgido una 'troupe' potentísima como La Veronal... Y no hemos llegado a puerto. Y la precariedad, la fuga de talentos, ha continuado siendo el pan de cada día. Más allá de la compañía del Institut del Teatre, IT Dansa, no hay nada más. Y es muy poco lo que tenemos.

Ahora parece que el concejal de Cultura de Barcelona, ​​Jaume Collboni, quiere apostar por la danza –¿de la Generalitat en ruina económica podemos esperar algo?–. Se ha hablado de crear un festival de danza –¿es necesario, realmente?– y de dar más recursos al sector. Pero lo que se necesitaría, lo que ayudaría al sector, sería la creación de una compañía pública. A nivel nacional, el CoNCA tendría la potestad y la autoridad de poner en marcha las máquinas. A nivel local, el Icub o el Consejo de Cultura de la Ciudad también podrían hacerlo. Si no se atreven a nombrar alguien a dedo, que monten un concurso. Y después que hagan cástings de bailarines. Es un muy buen momento para hacerlo.

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