El tierno humor de Pierre Étaix
La Filmoteca dedica un ciclo a este 'pierrot lunaire' tardío
En 1960, Jacques Tati organizó un espectáculo de 'music-hall' en el Olympia de París con toda su 'troupe' de 'clowns', mimos y otros ejemplares anatómicos que parecía que tuvieran barras de plastilina donde en la mayoría de casos hay un húmero sin aptitudes. Entre otros, estaba Pierre Étaix, un Max Linder sin sombrero de seda ni guante blanco que le había dado una mano en la creación de gags para 'Mi tío'. El show, que se llamaba 'Jour de fête', fue el primer empujón profesional para este 'pierrot lunaire' tardío. En los dominios del 'slapstick', quiero decir. Porque ya se le había visto vistiendo uniforme de rayas en el 'Pickpocket' de Bresson.
Desde los años 20, cinéfilos y otros pendencieros con criterio se hacen sangre enfrentados en una polémica que no resolverían ni los descendientes del rey Salomón: ¿quién es mejor, Chaplin o Keaton? He gastado mucho dinero en bravas intentando averiguarlo, y nunca he llegado a ninguna conclusión. Pero ahora tengo un tercero que concentra lo mejor de cada casa. De Chaplin, aquella tímida melancolía que inunda la pantalla al final de 'Luces de la ciudad'. De Keaton, aquella paciencia mecánica que le llevaba a jugar a trenes en 'El maquinista de la General'. Un año después del Olympia rodó su primer cortometraje, 'Rupture', con guión de Jean-Claude Carrière.
Es uno de los buenos. Con su segundo corto, 'Hereux anniversaire', se llevó un Oscar en 1963, y su carrera se disparó hacia proyectos de duración más ambiciosa, como 'El pretendiente' o 'Gran amor'. Pero la buena racha duró poco. Cuando comenzó la década de los 70 se retiró de las cámaras y fundó la École National de Cirque. Quizá por eso ya sólo lo recuerdan cuatro franceses de mediana edad que lo vieron haciendo de saltimbanqui cuando eran pequeños. Ellos y Aki Kaurismäki, que propició su regreso a las salas de cine dándole un secundario en 'Le Havre'. Ya es hora de que sigamos su ejemplo.
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